Lo advierte un informe de ex presidentes y ex ministros del área. Compararon a los alumnos argentinos con los chinos de Shangai en las pruebas internacionales. Proponen seis claves para revertir la situación.


Los estudiantes latinoamericanos tienen un nivel de aprendizaje equivalente a 5 años menos de escolaridad que el de sus pares de Shanghai. El cálculo surge de las pruebas PISA, que evalúan el desempeño de los alumnos de 15 años. En la última edición, los alumnos de Shangai ocuparon el primer puesto a nivel mundial, con 613 puntos. Los chicos argentinos obtuvieron 388 puntos: una diferencia de 225. Un año de escolaridad equivale a 40 puntos de PISA: según esta escala, un alumno argentino de 17 años alcanza un nivel de aprendizaje equivalente al de un estudiante chino de 12.
El dato fue señalado por Ariel Fiszbein, director del programa de Educación de Diálogo Interamericano, una organización de líderes regionales que elaboró el informe Construyendo una educación de calidad: un pacto con el futuro de América Latina, presentado ayer en la sede porteña de la Organización de Estados Iberoamericanos. El documento, firmado entre otros por los ex presidentes Ricardo Lagos (Chile) y Ernesto Zedillo (México), sugiere políticas para mejorar la educación en América Latina.
El diagnóstico de Fiszbein reconoció avances en los últimos años –el aumento de la cobertura escolar, el mayor financiamiento–, pero señaló varias deudas, como el rezago frente a los países con mejor desempeño, las altas cifras de abandono en secundaria y la desigualdad en los aprendizajes: “En la región hay dos años de brecha educacional entre los estudiantes más ricos y los más pobres”.
El informe propone reformas en 6 áreas de la política educativa. La primera es invertir en desarrollo infantil temprano, para saldar las brechas de cobertura –y calidad– en la educación de los menores de 5 años. La segunda medida apunta a prestigiar la docencia. El informe asegura que “mejorar la calidad docente requiere una estrategia múltiple que atraiga a los mejores candidatos a estudiar la docencia, los prepare mejor y los remunere como profesionales”.
Las recomendaciones defienden la necesidad de evaluar los aprendizajes “para fijar expectativas claras”, pero también reclaman que la información generada por los sistemas de evaluación sea utilizada en la gestión educativa. Durante el debate, Elena Duro, secretaria de Evaluación del Ministerio de Educación, anticipó que la nueva prueba nacional Aprender evaluará a 1.400.000 alumnos. De todos modos, Duro advirtió sobre “el riesgo del exceso de evaluaciones”.
La cuarta propuesta aboga por poner las nuevas tecnologías “al servicio de la pedagogía”. La clave de la innovación, afirman, no pasa por los dispositivos sino por los modelos pedagógicos: “El enfoque de las tecnologías educativas debe cambiar de una política cortoplacista que solo entrega computadoras, a una que articule el acceso a equipos con estrategias de uso guiado, con contenidos específicos por nivel y asignatura, y con metas claras”.
Una educación más “relevante” (más atenta al “desarrollo de competencias demandadas por los empleadores”) y un esquema de financiamiento que priorice la inversión educativa sin descuidar la eficiencia son los otros dos ejes del informe, que concluye con un llamado a un “pacto social por la educación”. El ex presidente chileno Lagos recordó sus épocas como ministro de Educación y dijo que, para que las transformaciones sean efectivas, requieren de liderazgo político al más alto nivel: “Si el Presidente no está comprometido, no hay política educativa que valga”.

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