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Por Marcelo Pérez – Diario Cuarto Poder / No es nuevo que los hombres y mujeres que se mueven en la arena política engañen con el fin de obtener votos. Así, las promesas vertidas en campañas siempre se las termina llevando el viento una vez conseguido el escaño. Pero -aunque no lo crean-, ese voto de confianza depositado por la gente en tal o cual candidato a la corta o a la larga, se pierde, más cuando la mentira se vuelve cotidiana. Germán Alfaro y Beatriz Ávila, actúan como verdaderos mitómanos de la política y siempre tienen una excusa para hacerlo.

Sorpresa (para quienes no los conocen)

Los portales de noticias de todo el país se sorprendieron y titularon en primera plana la declinación de Germán Alfaro, el intendente de la ciudad de San Miguel de Tucumán, a la banca de senador nacional que había obtenido 24 horas antes. “Renunció un senador electo de Juntos por el Cambio en Tucumán”; “Germán Alfaro declinó ocupar una banca en la Cámara Alta”; “Alfaro seguirá como intendente de la capital provincial”; “Alfaro no asume y su lugar será ocupado por su esposa, la actual diputada Beatriz Ávila”. Fueron algunos de los titulares que se pudieron leer.

Para los medios nacionales y de otros países que se hicieron eco de la noticia, podrá ser una novedad, algo inusual este vergonzoso hecho; sin embargo a la mayoría de los tucumanos no los sorprendió ya que, desde que se postuló, Alfaro amagaba con no asumir la banca si ganaba, para no dejar la intendencia de la ciudad “en manos del Peronismo”.

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Desde un primer momento su postulación al cargo fue “testimonial”. Él siempre lo supo. Lo planeó; le mintió de frente al electorado y 378.140 votantes se comieron la farsa.

“A menos de 48 horas de los comicios que renovó el Congreso de manera parcial, un senador que resultó electo ya presentó su renuncia. Se trata de Germán Alfaro, de Juntos por el Cambio e intendente de San Miguel de Tucumán”, bajaba en el copete un importante diario nacional.

Excusas y más excusas

Según explicó Alfaro, la decisión de no asumir su banca responde a la elección de autoridades en el Concejo Deliberante capitalino, donde fue reelecto el peronista Fernando Juri, quien quedaría a cargo de la intendencia si él dejara su cargo para ocupar la banca en la Cámara Alta.

Así las cosas, el lugar de Alfaro en el Senado será ocupado por su esposa, la actual diputada Beatriz Ávila, que ya en 2019, tras hacer campaña proselitista por Juntos por el Cambio, y ganar un escaño al estar primera en la lista del Macrismo, ni bien asumió se dio vuelta en el aire -como un verdadero panqueque- renunció al partido y se declaró Justicialista. Más engaño que eso, difícil de conseguir por estos lares.

Le importó nada mentir

En ese momento, fueron muchas las voces críticas que se levantaron contra la mujer del intendente de la “Ciudad de todos”. Alberto Colombres Garmendia, ex legislador y ex candidato a diputado por Juntos por el Cambio, sostuvo: “No lo puedo tomar bien, creo que es una decisión equivocada de ella y de Germán Alfaro. Creo que va a tener un impacto negativo en la gente que puso su voto de confianza en ellos”.

En igual tono, Luis Brodersen (PRO), la criticó: “Lamento, repudio y condeno la decisión de la diputada Beatriz Ávila de defraudar a los cientos de miles de tucumanos que la votaron, al poner al alcance del kirchnerismo la banca que ganó gracias a quienes desde Cambiemos apoyamos su candidatura en 2017”.

“Traición a los votantes”

Y el propio Mauricio Macri calificó la decisión como una “traición a los votantes” y pidió que devuelva la banca. “Lamento la desafortunada decisión de abandonar el bloque luego de formar parte de nuestras listas. Esta traición a la confianza de los votantes que los eligieron es opuesta a nuestros valores y a lo que creemos”.

Ávila, que ya tenía planeado de ante mano saltar el cerco, engañó a todos, usó la plataforma de Cambiemos para hacerse diputada, un cargo nacional que nunca hubiese podido alcanzar a través del “Partido de la Justicia Social” que integra con su marido.

Se valió de los votantes del Macrismo para saciar sus aspiraciones y cuando se lo hicieron saber, no se quedó callada y explicó el motivo de su traición: “Él (Mauricio Macri) causó la mayor angustia, traicionando la esperanza de todo el pueblo argentino (…)”.

Lo extraño aquí es que dos años después la Betty, se olvidó –al parecer- de lo que dijo, y volvió al partido de Macri como si nada.

¿Dónde habrá quedado para Ávila la “angustia” que el ex presiente le causó a su pueblo?

El matrimonio apuesta al 2023

Evidentemente al matrimonio Alfaro-Ávila no le importa el valor de la palabra; lo que ayer dijeron hoy no cuenta, y da lo mismo ser del partido Justicia Social, Pro, Junto por el Cambio o Peronista, siempre y cuando le sume a sus aspiraciones.  A ellos sólo les importa seguir pegados a la “teta” del Estado, por lo menos hasta el año 2031.

Alfaron nunca tuvo intenciones de ser senador nacional y menos de asumir el cargo si ganaba. De hecho, se descuenta que iba a salir electo, sobre todo, teniendo en cuenta la historia de los comicios de medio término en Tucumán. Su mayor interés es competir por la gobernación de la provincia en 2023 y para eso necesita quedarse en Tucumán.

Alfaro sabía -desde siempre-, desde antes de arrancar con la campaña proselitista, que yéndose a la Capital Federal a ocupar la banca de senador, lo alejaría de su gran sueño, y por eso -desde un principio- engañó a sus electores con una postulación testimonial.

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Alfaro y Ávila quieren emular al matrimonio santiagueño de Zamora y Ledesma Abdala.

Alfaro quiere competir por el sillón de Lucas Córdoba en 2023 y repetir mandato en 2027 hasta 2031, como lo hicieron la mayoría de los gobernantes de la provincia que lo precedieron en los últimos años: José Alperovich (3 mandatos), Juan Manzur (2 mandatos) y hasta ¿por qué no? alternar mandato con su esposa, como lo hace el matrimonio santiagueños de Gerardo Zamora y Claudia Ledesma Abdala, que ya llevan 16 años (desde 2005 a la fecha) gobernando la vecina provincia ininterrumpidamente.

Soñar no cuesta nada; pero mentir sistemáticamente tiene un costo; y ese costo –seguramente- lo terminarán pagando en las próximas elecciones.

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