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La cumbre de Alberto, Cristina y Massa escenificó todas las aristas de un conflicto político que impactó de lleno en la vida cotidiana de la gente. No hay acuerdo ni en las causas ni en las medidas para remediar la crisis. Aunque sí una coincidencia: sólo con Batakis no alcanza.

 

La reunión en la Quinta de Olivos entre el presidente Alberto Fernández, la vicepresidenta Cristina Kirchner y el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, dibujó de manera precisa los contornos de una crisis política que derramó, impiadosa, sus efectos en los mercados financieros y, sobre todo, en la economía de la vida de cotidiana.

Funcionarios capaces de desmentir lo innegable con un único objetivo: no volver a enojar a la jefa del Frente de Todos. Versiones de todo tipo y color dispersadas con la impunidad que da el anonimato de las redes sociales. Y una convicción que salió del diálogo de ese trío fundacional del oficialismo, que busca poner la partitura y los músicos de una nueva melodía: aunque la apoyan, admiten que con Silvina Batakis en el Ministerio de Economía hasta ahora no alcanzó.

 

Con información a cuentagotas y difundida con intencionalidad, quedó en evidencia con la nueva reunión que ni la conversación telefónica del domingo, ni el primer encuentro en la Quinta Presidencial alcanzaron para establecer todavía algo más que el nombre de la reemplazante de Martín Guzmán en el Palacio de Hacienda. Si bien trascendió una incipiente tregua, también surgió la posibilidad de que los cambios en el gabinete no se agoten sólo en Economía.

De todos modos, reapareció la idea de un rediseño del organismo para poner en marcha una serie de medidas que pongan en marcha una nueva etapa del gobierno. Serían los músicos y la partitura, aunque resta saber lo principal: quién inspirará la melodía.

Esa paz armada y las versiones de cambio de rumbo pasará el filtro inclemente del discurso que hoy dará Cristina Kirchner desde El Calafate: Roma locuta, causa finita.

La nueva reunión, que fue negada deliberadamente debido al fastidio que le provocan a la vicepresidenta las filtraciones a la prensa, se apuró en medio de una escalada de los dólares financieros y de la confirmación de un fenómeno que preocupó al kirchnerismo: el impacto en la economía real de la inestabilidad política. “Hay sectores importantes de la economía que se quedaron sin precio. Hubo remarcaciones en alimentos. Si no se resuelve rápido, esto puede generar un daño irreversible”, reconocían fuentes del gobierno.

Las declaraciones de la vocera Gabriela Cerruti en la primera conferencia de prensa vespertina de los jueves se inscriben en esa sensación de parálisis que hay adentro de la Casa Rosada. “El presidente está en control del país” y “estamos trabajando, estamos gobernando”, respondió la funcionaria, que también se quejó de los que “conspiran en lugar de trabajar y gobernar”. ¿En quién habrá pensado? ¿En el kirchnerismo o en El Chino Navarro que dijo que Alberto Fernández “no va a renunciar, es un tipo que tiene tiene valor”?

No fue la única boutade. Vino precedida por la insólita definición de la propia Batakis sobre los viajes al exterior, a días del inicio de las vacaciones de invierno: “El derecho a viajar colisiona con la generación de puestos de trabajo”. Doce palabras que en el Gobierno todavía no digieren.

Guzmán, el enemigo

La astucia que Guzmán no demostró para la gestión pareció tenerla para cobrarse todas juntas las facturas pendientes con el cristinismo, con una renuncia que fue tomada por la política -incluso por un sector de la oposición- más que nada como una traición. Esa acción le valió de todo el kirchnerismo el repudio y la definición del enemigo perfecto.

El discurso de Máximo Kirchner encajó como un rompecabezas con la reconstrucción que hizo de manera precisa Nancy Pazos en Infobae de las últimas horas de Martín Guzmán en el Ministerio de Economía. Como toda odiosa comparación, recordó a que él también le costó comunicarse con el presidente el día que renunció como presidente del bloque en Diputados. Pero lo intentó hasta que, según reveló, habló con Alberto Fernández, quien le pidió que lo piense pero, en una siguiente conversación, le ratificó que su decisión no había cambiado, Luego -advirtió el presidente del PJ bonaerense- sí difundió de manera oficial su dimisión.

“Esperé poder hablar (con el presidente). Charlamos un largo rato, me pidió pensarlo, lo pensé y le confirmé la decisión. Esto que ha pasado en los últimos días, no comunicándose con el presidente habla de una irresponsabilidad supina. Yo no fui al presidente a pedirle cargos, ni que eche a ningún compañero de la gestión. Lo único que quería demostrar es que las negociaciones que había llevado adelante el ministro de Economía no eran todo lo bueno que podían ser para nuestra gente”, afirmó desde el escenario que montó el PJ en Escobar.

Nexo con empresarios

Mientras Alberto, Cristina y Massa recalibraban el rumbo del gobierno nacional, el ministro del Interior, Eduardo “Wado” De Pedro, expuso ante los empresarios del Consejo Interamericano de Comercio Producción (CICyP). Se trata de uno de los hombres clave de La Cámpora, con aspiraciones para el 2023 y de diálogo con un mundo ajeno al universo kirchnerista.

De Pedro habló ante los empresarios más importantes de la Argentina con un discurso que recibió elogios de los organizadores. Se trató de una exposición que buscó ser la contracara del anterior expositor de ese encuentro, el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, otro dirigente, en este caso opositor, con aspiraciones presidenciales.

El ministro del Interior recordó que el Ejecutivo porteño “decía que convocaba a discutir metas comunes y que las quería consensuar pero no con el kirchnerismo. Yo como kirchnerista quiero convocar al jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires también a consensuar cual es el perfil productivo, cual es la estrategia productiva que nos vamos a dar para la Argentina, porque ese consenso y tienen que ser una de las políticas que no se pueden cambiar, ese consenso de cuál es nuestro perfil productivo, como nos insertamos en el mundo, como se desarrolla la industria del campo, del software, del litio, si exportamos materia prima, alimentos, como agregamos valor, cuáles son los polos productivos que tenemos que desarrollar”.

“Tenemos que aprovechar el caos mundial, la inflación que hay en el mundo, el caos de logística, los puertos están abarrotados, aumentaron los costos. Cómo aprovechamos esta coyuntura, cómo aprovechamos la post pandemia para definir un proyecto de país y que después la política juegue por encima de eso”, propuso De Pedro, a quien el presidente del CICYP y a la vez titular de la UIA, Daniel Funes de Rioja, lo calificó como “un dialoguista”.

Lo percibo no solo como un dialoguista, sino también con futuro, un futuro que todos queremos para la Argentina. En futuro de diálogo, de consensos, de políticas de Estado y no de tironeos entre el Gobierno y la oposición”, dijo Funes sobre De Pedro, quien saludó a todos los empresarios y envío, en medio de la incertidumbre política y económica, un gesto de distensión con el ámbito privado.

 

 

 

fuente: infobae

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