Las ráfagas de viento y las bajas temperaturas que calaban sus huesos son hoy cómplices de la gesta. Claro, fueron ellas las que los obligaron al “encierro”. A dejar de lado los imposibles cambios de frente y apostar por las pisadas, esas que fueron puliendo la técnica con el paso de los años. Desde el fin del mundo, los hermanos Vaporaki comenzaron a transitar los caminos de la vida que los depositaron hoy en la tropical Colombia -con cerca de 30 grados centígrados, lejos del frío de su Ushuaia natal- a las puertas de un grito sagrado y de un baño de gloria inédito para el deporte argentino: el título del mundo en el futsal. Horas antes de salir a jugar ante Rusia para buscar ser el primer país en ganar esta competencia sin llamarse Brasil o España, Alamiro y Constantino charlan, se ríen y sueñan con Clarín.

“Como en nuestra ciudad los deportes en cancha cubierta son mucho más populares, jugamos al futsal desde chiquitos. Yo viví en Ushuaia hasta los 17 y después me fui a estudiar a Buenos Aires, además de probar suerte ahí con mi carrera deportiva”, cuenta Constantino -alias Kiki-, que agrega sobre su hermano: “Alamiro intentó en el fútbol 11 y hasta llegó a la Primera de Estudiantes de Buenos Aires”. Cierto es: jugó, incluso, con Ezequiel Lavezzi y Pablo Mouche en el club de Caseros. “Fue una suerte. Ambos son grandes jugadores y grandes personas. Hace poco vi al Pocho en el predio de Ezeiza y nos pusimos a charlar un rato, a recordar viejos tiempos y nos reíamos”, rememora Alamiro.

-¿Y quién jugaba mejor en ese equipo?

-El, él (risas)… Era un fenómeno. ¡Aceleraba y los pasaba a todos! A mí me costaba un poco más, jaja.

La diferencia de edad (se llevan seis años y un mes) lejos está de impedirles disfrutar de la complicidad y las chicanas. Al pasarle el teléfono a su hermano, Alamiro le avisa: “Ya le dije que soy el mejor de los dos, eh”. Rápido de reflejos, Kiki toma el celular y le dice a este diario: “¡No creas todo lo que te dice este viejo, son sus últimos partidos y está tratando de aprovechar a decir todo lo que pueda!”. La alegría por vivir un momento único supera los nervios que llegarán tarde o temprano.

-¿Cómo están viviendo esta revolución que causaron en Argentina?

Alamiro: -Nos llegan mensajes de nuestros amigos, nos dicen que hay mucha gente viéndonos y que están ilusionados y contentos por lo que estamos haciendo. Es increíble.

Constantino: -Es una alegría inmensa, porque además lo podemos compartir con nuestras familias. Papá se quedó alentándonos allá, pero vinieron nuestra mamá y el hermano restante. Compartirlo juntos es un plus; nos ayudan a distraernos, a estar contenidos, porque la ansiedad y los nervios son muchos.

El gol de pecho de Alamiro (uno de los 5 en la goleada a Portugal en semifinales), además de viralizarse en las redes sociales, le valió muchas cargadas. “Me jodieron todos. Hasta vi en Twitter una imagen con mi cara puesta sobre la foto del gol de Messi a Estudiantes; fue lo primero que me dijo el utilero cuando llegamos al vestuario”, comenta el autor de tres tantos en el torneo. Y mientras uno hace los goles lindos, el otro se encarga de llevar una camiseta que significa “algo” en el mundo de la pelota: la 10 argentina. “Es un orgullo, un placer -infla el pecho Constantino-. Me da confianza y lejos está de pesarme, porque tengo el apoyo del técnico y de mis compañeros.Cuando llego al vestuario y la veo, se me pone la piel de gallina”.

-¿Cuándo se convencieron de que podían ser campeones del mundo?

Constantino: -No sé si hubo un momento para eso. Desde que llegó Diego (Giustozzi, el DT) trabajamos mucho la mentalidad. Antes había mucho pesimismo: era tratar de defender y que las potencias no te ganaran por mucho. El nos inculcó el “sí, se puede”, y tenemos todo para pelear de igual a igual con cualquiera a pesar de las limitaciones estructurales, económicas, las que quieras; somos un país que sabe sufrir y pelear hasta el final.

Hasta la final, justamente, llegó Argentina. Será la séptima del proceso con el entrenador (con un éxito del 50%) y los hermanos Vaporaki, que juegan en Boca, son los únicos que estuvieron en todas ellas. Son, al fin y al cabo, los hermanos futsal, y hoy buscarán la gloria absoluta.

Constantino Vaporaki. El dueño de la 10 debuta en Mundiales en este certamen de Colombia. Jugó 232 minutos en los seis partidos del torneo (sin goles) y, además de compartir la Selección con su hermano, también juega con él en Boca. Antes fue parte de América del Sud.

Alamiro Vaporaki. El ala de la Selección jugó 292 minutos en los 6 partidos del torneo. Es uno de los goleadores del equipo, con 3 tantos (también suma una asistencia). Tiene 32 años y juega en Boca. Es el segundo Mundial para el ex Yupanqui, América del Sud, Argentinos y Pinocho.


La gran final​

Desde las 16.30 (hora Argentina), la Selección Argentina (5PG y 1PE) enfrentará a Rusia (6PG) por el título. “No sorprende que hayan llegado, aunque los candidatos fuesen Brasil y España”, asegura Alamiro Vaporaki y complementa Constantino: “Será una batalla física. Juegan mucho con el pivot (el delantero tipo“9”) y nuestros últimos hombres deberán prender las alarmas. Intentaremos robar pelotas arriba, en la primera línea”. Se jugarán dos tiempos de 20 minutos (con alargue y penales, de ser necesario); cada vez que sale la pelota, se detiene el reloj. No existe el offside, hay cambios ilimitados y tiros libres directos al arco, sin barrera, a partir de la 6ª falta de un equipo.

Fuente: Clarín

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