Conozcan esta historia, no sólo para saber cómo se trata a las víctimas de delitos sexuales en Tucumán, sino porque Roxana Monteros quiere que se sepa todo, porque dice que si le pasa algo, esta publicación puede ser el único registro del ataque que sufrió.

El relato que sigue a continuación es el de ella

El miércoles por la noche, Roxana estaba en su cuarto con su marido cuando entraron varios policías de la Comisaría de Lastenia. Al cuarto de ella se accede por un garage abierto, directamente desde el exterior, está medio separado de la casa. Este dato es importante.

Entran los policías y se llevan al marido afuera. Tres se quedan en el cuarto, ella estaba en ropa interior y remera. La sujetan y empiezan a forcejear. Ella empieza a gritar.

Adentro de la casa, su mamá y sus hermanos escuchan sus gritos (en esa casa ya hubo varias redadas y allanamientos en busca de uno de sus hermanos). La madre de Roxana les cierra la puerta con llave a los hermanos para que no salgan. ¿Por qué?

Porque nunca sospecharon que los policías estaban haciendo con Roxana. Pensaron que el griterío era solo porque ella les reclamaba que habían entrado al cuarto sin orden de allanamiento.

Cómo los hermanos de Roxana no salían, los tres policías pasaron del forcejeo a tocarle sus zonas íntimas, mientras la sujetaban. Y ahí los alaridos se hicieron más intensos.

Entonces los hermanos de ella se pusieron como locos por salir porque pensaron que le estaban pegando, pero la puerta estaba con llave.

Hasta que los policías se hartaron de abusar de Roxana, la dejaron en la cama y abrieron a golpes la puerta de la casa.

Roxana quedó muy dolorida y con moretones y, a la mañana, se fue al CAPS. Allí la atendieron y le dieron en un papelito un número de teléfono para que haga la denuncia en la comisaría de la Mujer, que queda en la Don Bosco al 1800.

Llamó la madre. Según cuenta la señora, le dijeron que tenía que hacer la denuncia en la comisaría que le corresponde por su domicilio. La mujer le explicó que los denunciados son miembros, justamente, de esa comisaría. Le dijeron que igual vaya y denuncie ahí.

Entonces, Roxana se fue al centro, a la Fiscalía de Delitos Contra la Integridad Sexual. No la dejaron pasar por la pandemia, los policías de la puerta de tribunales le dijeron que saque una foto a un cartel que hay ahí y llame al teléfono que figura. No se pudo comunicar.

Entonces, se fue a la comisaría de Banda del Río Salí para poner la denuncia. Roxana cuenta que la atendió un policía que se identificó como el jefe de esa dependencia. Ella no sabe el nombre.

El policía la escuchó y le pidió que no asiente la denuncia. Le dijo que él personalmente se comprometía a qué no la iban a molestar más los policías de Lastenia y le quiso dar su número de teléfono personal por si volvía a tener algún inconveniente con esos policías.

Roxana insistió. Y volvió a insistir. Y le tomaron a denuncia. Pero no le dieron copia ni constancia así que se volvió a la casa como había salido. Era jueves a la noche.

El viernes volvió a ir a la comisaría de La Banda del Río Salí a pedir la constancia de la denuncia pero le dijeron que no está la persona que hace esa constancia. Hoy sábado, lo mismo.

Roxana está hoy en su casa sin tener un solo papel de constancia de lo que le ocurrió. Mucho menos una restricción de acercamiento o una custodia. No sabe si su causa ya se elevó a la Fiscalía. “Si algo me pasa, nadie va a saber lo que me ocurrió”, dice.

Roxana tiene miedo de que, si algo le pasa, la denuncia que logró asentar no exista más. Y ella no tiene forma de probar que sí, que sí la hizo, que sí la radicó.

Y por eso llamó a la prensa. Porque si algo le pasa hoy, mañana o pasado, el único registro que existe de lo que ella denuncia es el periodístico. Es este hilo. No hay nada más.

 

 

 

fuente: contexto en base a publicación de Mariana Romero

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