José López enfrentará hoy al juez Daniel Rafecas y al fiscal Federico Delgado con un objetivo principal: intentar limpiar la imagen de su esposa, María Amalia Díaz, y de las monjas del convento de General Rodriguez, el único lugar donde encontraba la “paz”. Está muy dolido por la situación “injusta” que están atravesando. En la soledad de su detención, reconoció que no tienen nada que ver con los bolsos repletos de dinero. El ex secretario de Obras Públicas tiene previsto hablar y contar los detalles de la madrugada del 14 de junio. Sus abogados igualmente prepararon un escrito. La estrategia se definirá minutos antes de la declaración.
López será trasladado bien temprano desde la cárcel de Ezeiza. Es la segunda oportunidad que tiene para defenderse. La primera todavía estaba conmovido por el episodio y su entonces defensora le aconsejó no hablar. Hoy será diferente. El ex secretario de Néstor y Cristina Kirchner quiere desligar a su mujer y a las monjas. Dos de ellas, María y Marcela, ya declararon como testigos. En el caso de Inés fue a indagatoria porque ayudó en el traslado de los bolsos. Todas coincidieron que no sabían del dinero y que la relación de López era directamente con el obispo Rubén Di Monte, una suerte de confesor, y con la hermana Alba, de 95 años.
Diaz ya estaba imputada en la causa desde el comienzo, pero el escándalo le cambió su vida. Ahora vive recluida junto a su hija en el departamento de Recoleta. A pesar de las peleas, ante la Justicia no le soltó la mano a su marido. Y lo visitó tres veces en la cárcel (en las últimas dos semanas no lo pudo ver porque tiene que completar un trámite ante el Servicio Penitenciario).
En la soledad de su celda, López repasó decenas de veces las imágenes de aquella noche. Reconoce que estaba perseguido por los servicios de inteligencia. Y sigue convencido de que lo siguió un auto en su trayecto al convento, aunque descarta la participación en la maniobra de un viejo conocido, José María Olazagasti, el ex secretario de Julio De Vido con un paso por la ex SIDE.
Según el testimonio de las monjas y de su mujer, López tenía que llegar al convento, para una suerte de retiro espiritual, cerca de las 21 horas. Si le preguntan por la demora, López responderá que iba muy lento y que en algún momento se confundió de camino. La versión es fácil de confirmar con las cámaras de seguridad de las autopistas y los peajes.
Su situación emocional mejoró en estos dos meses, pero sigue bajo tratamiento. A diario es visitado por psiquiatras y psicólogos. Las otras dos personas que lo ven en Ezeiza son sus abogados, Diego Sánchez y Fernando García.
Aunque el kirchnerismo lo dejó solo, es improbable que López apunte a Cristina Kirchner o a otras figuras de su gobierno. Muchos menos que se convierta en arrepentido. López tiene su propio relato. Le falta una explicación lógica para los 9 millones de dólares.

Fuente: Clarín

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