—¡¡¡Eduard querido!!! ¿Qué hace con la paleta pintando acá en el bar? ¿Acaso se está por dedicar a las artes plásticas?
—No, mi estimado amigo. Yo nunca tuve talento para el arte. Es más, sigo haciendo los dibujos de las personas como palitos igual que lo hacía en el jardín de infantes.
—No mienta descaradamente, Eduard.
—¿Por qué me trata de mentiroso?
—Porque cuando usted iba a la escuela no existían los jardines de infantes.
—Bueno, no se haga el pibe usted que agarró los primeros jardines de infantes cuando sólo existían los de los 5 años de edad.
—Está bien, no se me lo enoje, que es sólo una broma.
—En realidad no estoy pintando, más bien estoy dibujando como muchos que se van.
—¿Cómo es eso?
—Hay quienes perdieron las elecciones y les agarró el amor por el arte.
—¿Uno de ellos es el Loco Monedita?
—Sipi.
—¿No le veo cara de artista plástico?
—Más que artista plástico, ahora recuperó la memoria.
—¿Recuperó la memoria? ¿Qué es lo que se había olvidado?
—Se había olvidado de los vecinos y ahora se acordó de hacer obras.
—Y los veo bastante apurados, Eduard.
—Están más rápidos que Ben Johnson dopado en Seúl 88, querido amigo.
—¡¡¡Usted no sirve, Eduard!!!
—Se agradece el cumplido, pero tengo que decirle que también se acentuó la voracidad recaudatoria.
—¿En qué lo nota?
—En la gran cantidad de operativos de control de tránsito.
—En eso tiene razón, vi a los zorros en lugares poco usuales.
—Sipi, le están corriendo el arco a los automovilistas.
—Bueno, mejor no hablemos de multas, impuestos, precios, tarifas, etcétera, querido Eduard porque ya me tienen podrido los aumentos y los gastos.
—Eso que no le echó una mirada a la cuenta que tiene acá en el bar.
—Huyyy, no me diga. Ya me voy a ver ese tema.
—Mejor más tarde.
—¿Por qué?
—Mejor aguarde a que me traigan unas bebidas espirituosas que pedí a su nombre para combatir el frío.
