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Por Fabián Seidán – Diario Cuarto Poder / Asistimos a distintos hechos que encienden una luz de alerta sobre las libertades individuales de los argentinos frente a un Estado “sobreprotector”. El encierro durante casi 8 meses por la pandemia “para cuidarnos” del coronavirus fue una exageración, y la cancelación de una serie televisiva, otro ejemplo de un camino peligroso que comenzamos a transitar.

De Bug Bunny a Dragon Ball

En noviembre de 2019, Alberto Fernández ya había sido electo presidente de los argentinos y decía durante una charla en la Universidad de Tres de Febrero: “Los dibujos animados son una forma de control social y Bugs Bunny es un gran estafador”. Alberto había tomado al popular conejo como un mal ejemplo y lo calificó como “un modelo de promoción del individualismo”.

Alberto Fernández habló en ese momento del rol de la cultura, el consumismo y la influencia en los jóvenes de los dibujos animados de Disney y la Warner Bros. “Los dibujos animados son una forma de control social y Bugs Bunny es un gran estafador”.

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También hizo referencia al género del animé japonés. Consideró que tiene una influencia negativa en niños y adolescentes. “El animé japonés inyectó la lógica de la violencia”, dijo.

Y hace unos días llegó la primera víctima de esos pensamientos: “Dragon Ball Super”. La serie de dibujitos fue cancelada en nuestro país por “abusos a una adolescente” en un capítulo.

Censurada

La serie japonesa, que marcó la infancia de millones de personas, fue retirada por una escena protagoniza por el Maestro Muten Roshi, el maestro de Goku. En el capítulo 91, Roshi, quien tiene debilidad por las mujeres, aparece encerrado en una habitación junto a una joven: “No me toque”, dice ella, mientras otros dos personajes observan la escena desde fuera la casa.

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Según el Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de Buenos Aires La escena “contiene abuso y sometimiento por parte de un varón adulto mayor hacia una adolescente que resulta sumamente inconveniente en relación con la problemática del abuso sexual en la niñez y adolescencia”.

Derecho a decidir

Primero habría que aclarar que Dragon Ball Super se trata de una serie, una ficción, que se emite por la televisión paga, por cable (Cartoon Network), y no por aire o televisión pública, por lo que la serie estaba disponible para un número limitado de suscriptores, quienes tienen la potestad y el derecho de decidir qué ver o qué pueden ver sus hijos. Se llama Libertad de elección.

Nadie obliga a nadie a ver un dibujo animado, película, show o un programa televisivo, sobre todo si es malo o inconveniente para el grupo familiar. Para eso existe el “zapping” o cambio de canal.

El caso de Dragon Ball Super va más allá de una cancelación. Puede ser visto como una prueba piloto que generar precedente. Si a alguien no le gusta un contenido, se siente ofendido o simplemente piensa que puede ser perjudicial para el espectador, lo saca y ya.

Empoderamiento femenino

Hay que reconocer que son momentos de empoderamiento de la mujer y respeto a la diversidad sexual; sin embargo, eso no puede ser superior al derecho individual del otro, de los demás. Porque ante la Constitución Nacional todos los habitantes del suelo argentino tienen iguales derechos, valen por igual y nadie está por encima de nadie. Se llama Igualdad.

El empoderamiento femenino no significa “pisar la cabeza al hombre”, sino recuperar derechos e incrementar su participación en todos los aspectos de la vida social, política, cultural y laboral. En fin, busca la igualdad de todos, en todos los planos de la vida.

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Los cuentos en la mira

Por gracioso que parezca, en los últimos años grupos de mujeres obsesionadas con el revisionismo patriarcal buscan cambiar historias y finales de cuentos infantiles porque sienten o perciben que la mujer fue históricamente tratada como objeto. Pasó con La Cenicienta, Blancanieves, y hasta con El Principito, cuento al que adaptaron una versión feminista: “La Principesa”. ¿Cómo alguien puede sentirse ofendido porque el protagonista de un libro sea un niño?

El tango “machirulo”

En un momento también se intentó avanzar contra el tango. Cambiarlo como se lo conoce. “En esencia, el tango juega sobre la idea de sumisión de la mujer, de un hombre macho y dominante”, dicen las feministas. Pero, en contraste, Leonor Cucciota (78 años), sostiene frente a esa embestida que el tango es elegancia, romance y pasión. “Cuando suena la música cerrás los ojos y te dejás conducir por tu compañero. Nunca me sentí incómoda por eso”, aclaró.

“Claramente las primeras letras del tango eran machistas, misóginas, incluso con apologías del femicidio”, afirma Soraya Rizzardini González, del Movimiento Feminista del Tango. Pero reconoce a la vez que no por eso se lo tiene que proscribir. El Tango es cultura.

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Pista de tango. El ‘‘cambio de roles’’ es una nueva modalidad en la que la conducción del baile ya no es exclusiva del varón.

Del otro lado: Los Sultanes

En 1992, seis amigos se reunieron para escribir canciones divertidas que luego comenzaron a cantar en bares y clubes de barrios. Y fue en 1998 cuando el grupo grabó su primer disco: Zona Roja, editado simultáneamente en Estados Unidos, España y México. El material con letras que se basaban en burlas de situaciones o vivencias gay, incluyó temas como “Decile que lo quiero” y “El chupete”, más tarde agregarían a su repertorio: “Pan casero”. La pregunta obligada es: ¿Podrían cantar hoy esos temas sin que la comunidad homosexual se siente ofendida?

“No ver televisión”

Hace uno días, y en medio de la vorágine de imponer o prohibir cosas, María Teresa García, ministra de Gobierno bonaerense y precandidata a senadora por el Frente de Todos, criticó a los medios y les pidió a los adolescentes que votan por primera vez que “no miren televisión”.

Para la funcionaria, la televisión sería algo así como un monstruo que “desinforma” o que muestra una realidad deformada, por lo que un joven no debería ver TV sin supervisión. ¿A qué le teme? Subestima la inteligencia y grado de comprensión de los jóvenes.

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“Les pibis” y los cánticos en el fútbol

Y en medio de lo que se puede ver, leer, decir o hacer, surgió un caso expuesto por Lucas Grimson, el funcionario de 19 años conocido por decir “les pibis”.

El caso: Cuando la Selección venció a Brasil por la Copa América, los jugadores cantaron y la letra de sus cánticos causó el enojo del joven secretario. “Es fundamental empezar por entender estas ideas para pensar las violencias en el deporte sin quedarnos en una posición moralista”, planteó y agregó: “¿Te voy a romper el orto significa que vas a violar al rival por el culo? Es tiempo de empezar a reinventar esa mística, con festejos que no discriminen, que no violenten a quien coge por el culo y disfruta de hacerlo, o que no asimilen a un rival derrotado con una persona violada”.

De más estar decir que era un festejo privado -en el vestuario-, tras un triunfo épico, donde por la euforia del momento se puede cantar o gritar lo que a uno se le viene en gana.

No se puede (ni se debe) tratar de instruir o adoctrinar a la gente formas o modismo para hablar, decir las cosas o pensar, sólo porque alguien pueda sentirse ofendido. En todo caso, como decía el escritor y humorista gráfico Roberto Fontanarrosa: “Cuidemos las malas palabras, integrémoslas al lenguaje, porque las vamos a necesitar. Las malas palabras sirven para descargarse”. ¿Quién define lo que es vulgar y lo que no es vulgar?

Libertad de expresión y de elección

La libertad de expresión se reconoce como un derecho humano y la libertad de elección como la oportunidad y autonomía de cada individuo para realizar una acción seleccionada de opciones disponibles y sin restricciones por parte de terceros.

Da miedo solo pensar que quienes manejan un ministerio o están en el gobierno pueden, con un chasquido de dedos prohibir, censurar o cancelar “algo” o (a alguien) si les parecer contrario a sus ideas, ideología o ideales. La libertad no se negocia.

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