Letras de Fuego / Comentario / Por Miguel Calvo para Diario Cuarto Poder. Compartimos la opinión de Miguel Calvo sobre el libro de Fabián Soberón “Naranjo Esquina”, seleccionado para su publicación a través del Fondo Editorial Aconquija 2023, del Ente de Cultura.

La fascinante tarea de la edición

Primero quiero hablar como editor. Editar Naranjo Esquina fue una tarea agradable en todo momento. Principalmente por la química que surgió con el autor en una experiencia anterior (El espejo vivo, Cine contemporáneo de Tucumán), donde las sugerencias y los conceptos estéticos siempre fluyeron, con los contratiempos lógicos que requiere un trabajo de estas características, donde el producto final surge de una mutación de ideas y conceptos que giran en torno al escritor, el editor y el diseñador, sin despersonalizar el proyecto del autor, en el que se busca la armonía y que se vea reflejada en la cocina de la imprenta. Pero hago esta salvedad porque en el caso de éste libro en particular, Fabián me hizo la tarea mucho más sencilla, como si todo el producto final ya lo hubiera tenido en su mente. O como si ya hubieran existido elementos creados por obra del destino para una finalidad específica, para ilustrar esta obra. Hablo de la pintura de Iván Ríos, que si bien ya tenía un peso propio, esperaba por su lugar fuera de una pared; es que no solamente logra describir exactamente con pinceladas el concepto barrial que denota Naranjo Esquina, sino que le aporta melancolía para dejar que la imaginación vuele por diversos paisajes de nuestro querido Tucumán profundo.

La mirada de un lector espectador

En segundo lugar, quiero hablar como lector, como un mero espectador que se sube a este tren de relatos, y se deja llevar por las líneas, donde todo forma parte de un mismo lugar, quizá de un mismo recorrido, pero donde cada vagón, cada cuento, encierra una historia distinta. Y lo primero que veo en cada capítulo (porque pienso en mis adentros que Naranjo esquina podría ser tranquilamente una novela), que al igual que en un camarote, es una ventana abierta, la ventana en donde los paisajes van cambiando y donde el tiempo por momentos está quieto y, en otros, se acelera de una manera vertiginosa. Pasa que encuentro en el viejo Hasper rasgos de mi vida, o la de cualquiera, donde todo sucede en un mismo pueblo, en un lugar lleno de argentinidad, de personajes, de puteríos, de sueños y miserias, matices y rasgos de la cada historia que moldean a lo largo del camino, la identidad de cualquiera. Quizá también la de Fabián, que no abandona nunca el realismo de esas vidas tan complejas, llenas de frustraciones, sorpresas, esas vidas tan mundanas, sobrevivientes de la experiencia real y que están aquí encerradas en historias de ficción que nos hace reflexionar, pensar, reír y emocionar con frecuencia gracias a la frescura de sus textos. Es un libro pensado para conmover, con fuertes imágenes de sacrificio y misterio, en donde se destacan los valores familiares, humanos y espirituales, y por qué no del patriotismo (pero eso ya es una impresión muy personal).

Un universo impregnado de tucumanidad

En Naranjo Esquina todo está cerca: el hijo del verdulero se cruza con el perro de la esquina, la galería de tierra, el mate, el surtidor, la radio o el cassette; la bicicleta que reposa cerca de la comisaría, los gritos y las peleas que nunca faltan, ni el gordo torpe del fotógrafo, ni el peluquero que chusmea con la tía Mirta; la maestra, el borracho, el panadero nudista, la plaza o el cine. Pero también está cerca la muerte, la ira, el juicio de valor, el suicidio, el sexo, la sexualidad y la huida. Elementos del pasado aparecen constantemente en la retina que inevitablemente dejará los ojos vidriosos a cualquier lector al sentirse identificado con situaciones concretas. La tucumanidad vista desde adentro y, por qué no, también desde afuera. Por eso, quien tenga ganas de una experiencia vintage cargada de perfiles psicológicos encontrará en el libro de Fabián Soberón un preciado boleto para visitar un lugar tan fascinante como Naranjo Esquina.

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