Bebelo Reynoso salta sobre sus compañeros en el festejo del 1-0 de Boca, obra de Zárate. (Marcelo Carroll)

Se impuso por 3-0 con goles de Zárate, Salazar -en contra- y Villa. Los de Almirón llevan 15 sin ganar y están últimos.

El ciclo de Gustavo Alfaro encontró en la fresca noche de la Bombonera su mejor versión y, vaya paradoja, dejó al ciclo de Jorge Almirón en San Lorenzo al borde del nocaut. El 3-0 no dejó dudas. Boca sometió a los de Boedo con presión, juego y goles. Fue la mejor producción con el nuevo DT y eso que cuidó algunas piernas pensando en el duelo copero del martes ante el Tolima de Colombia. Al Ciclón no lo ayudó ni la paternidad: ya lleva 15 partidos sin ganar, está último en la tabla y el miércoles recibe a Junior.

La decisión de Boca encontró su premio mucho más pronto de lo que el propio Alfaro se habría imaginado. Tres minutos tardó en llegar al gol, en medio de esa intención de salir a pasar por arriba a San Lorenzo. El remate de Mauro Zárate dejó hipnotizado a Fernando Monetti e incrustó la pelota al lado del palo izquierdo, todo después de una pérdida infantil en la salida de Víctor Salazar sobre la derecha contra Emanuel Reynoso.

Y a esos primeros minutos siguieron la sintonía que imponía el ritmo azul y oro. Boca marcó la supremacía desde el mediocampo hacia los costados y de allí hacia adelante. De todos modos, el local no pudo transformar en situaciones de peligro el dominio que ejercía sobre su rival en el juego. Para colmo, Wanchope Ábiladesperdició una chance inmejorable cuando dejó parado a Fabricio Coloccini con un movimiento corporal fenomenal y se escapó solito al mano a mano con Monetti. El delantero la quiso picar, le salió mal y su tiro se fue despacito al lado del poste derecho.

Con la pelota en los pies, Boca mostraba su mejor versión. Con Bebelo Reynoso encendido por la izquierda conectando con Zárate. Con Sebastián Villa incontrolable por la otra banda. Con Wanchope dinámico. Y con Marcone para el primer pase certero, clave para el inicio de la elaboración. Sin la pelota en los pies, Boca era un equipo con el sello de Lechuga Alfaro: corto y ancho, sin dejar espacios para que la visita pudiera avanzar de manera amenazante.

Así, San Lorenzo se encontró reducido a dar pases laterales y a intentar probar desde lejos con algún remate. La única manera de incomodar a Boca fue esa, pegándole desde afuera. Lo hizo Nicolás Reniero y también lo hizo Gerónimo Poblete. En ambas apareció Esteban Andrada, nuevo hombre de la Selección de Lionel Scaloni. El Ciclón no pudo hacer más nada que eso. Por virtudes de Boca, pero sobre todo, por sus falencias.

Es un equipo desanimado este de Almirón, que jamás llegó a tener su impronta en 12 partidos, los que lleva dirigidos (además el Ciclón no pudo ganar en dos encuentros con Claudio Biaggio y uno con Diego Monarriz). No hay rebeldía. Menos que menos cambio de ritmo, asociaciones, pases entre líneas. No tiene un jugador que se saque de encima un rival con una gambeta. Carece de sorpresa y se vuelve más que previsible. Y encima se autoflagela con expulsiones. Fue el pibe Herrera ante Argentinos. Esta vez fue Monetti, que le pegó una patada a Ábila, quien lo había molestado para sacar del arco.

Nandez ya había forzado el gol en contra de Salazar (el 2-0) unos minutos antes. Y Villa, de un nivel excepcional en el complemento, puso el tercero en el último tramo, ya cuando la hegemonía xeneize con uno más era inevitable. Boca goleó, gustó y ganó, y dejó a San Lorenzo peor que nunca.

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