Las restricciones de la cuarentena restan posibilidades a ladrones, secuestradores y asesinos. Pero ya se están reinventando. Se registran cada vez más estafas por Internet.

El coronavirus afecta particularmente a la delincuencia. La reduce significativamente a nivel global. Las restricciones de movimientos, la ausencia de aglomeraciones, las rutas cortadas, las calles vigiladas y, también, el miedo al contagio, están haciendo que los robos, asaltos, asesinatos, secuestros y otros crímenes hayan disminuido significativamente en todo el mundo. Las únicas denuncias que aumentaron son las de la violencia doméstica, los asesinatos de género y los ciberdelitos.

En Chicago, los arrestos por narcotráfico cayeron un 42% en las semanas que lleva la cuarentena, mientras que en Los Ángeles, la tasa de delitos graves se desplomó un 30% después del 15 de marzo. En Nueva York, el epicentro de la pandemia en Estados Unidos, donde casi el 20% de la fuerza policial de la ciudad está contagiada, también está experimentando una disminución de dos dígitos en la delincuencia. Las tasas de criminalidad se desplomaron en ciudades y pueblos durante la segunda mitad de marzo cuando la pandemia de coronavirus llevó a millones de residentes a quedarse dentro de sus casas. El diario USA Today hizo un estudio sobre la información que publican en Internet 53 agencias de policía de 24 estados: entre el 15 y el 31 de marzo bajaron al menos un 30% con respecto al promedio de los últimos seis meses las denuncias por actos criminales y en algunas jurisdicciones más de un 60%. Las multas por problemas de tráfico o estacionamiento casi desaparecieron. Disminuyeron un 92%. La pandemia tenía que tener algún efecto positivo y la mayor seguridad es el más significativo junto a la mejora en el aire que respiramos.

En Gran Bretaña, los delitos disminuyeron un 28%. Con las tiendas cerradas, hubo un 54% menos de robos a mano armada y casi no se registraron las constantes denuncias por pequeños robos de mercadería. Los asaltos de casas bajaron un 37% y las denuncias por violaciones registró una cifra similar. El Scotland Yard dijo que las redes de vecinos conectados por WhatsApp para protegerse del coronavirus fueron también muy efectivas para detectar delitos y evitar que se consumen. La policía española informó que las acciones contra la ley, en todas sus expresiones, habían bajado más de un 50%.

“Millones de personas están encerradas en sus hogares, lo que hace muy difícil el asalto a las casas; la cuarentena y el toque de queda deja las calles vacías y sin víctimas a los carteristas; y el cierre de fronteras hace casi inviable el tráfico de drogas. Es un momento muy malo para las actividades criminales”, explicó Catherine De Bolle, directora ejecutiva de Europol. Pero también advirtió del aumento de nuevas modalidades como los ciber-crímenes. “Los delincuentes son muy creativos y en poco tiempo van a encontrar la manera de seguir delinquiendo”, agregó.

Hasta las temibles maras, las organizaciones criminales juveniles que azotan a Centroamérica, tuvieron que replegarse a los barrios que controlan. El Salvador vio una reducción en el número de homicidios casi a la mitad entre febrero y marzo. Algo similar sucedió en Honduras. En estos países, como en México y decenas de ciudades estadounidenses, reina la Mara Salvatrucha o MS13, cuyos integrantes se dedican a la venta de drogas, extorsión, venta de armas, secuestro, robos y asesinatos por encargo. Los mareros se caracterizan por tener desde la cara hasta los pies tatuajes de sus grupos de pertenencia y “hazañas” realizadas. En Tegucigalpa entrevisté a un marero que tenía tatuados en la espalda, junto a la imagen de una tumba, los apodos de todas las personas que había asesinado. En estos días, la mayoría de estos criminales se mantienen en los barrios donde imponen su ley, pero no pueden realizar las operaciones que les traen mayores réditos. Y disminuyeron sus crímenes. En marzo, hubo “apenas” 65 homicidios ejecutados por mareros, un promedio de poco más de dos por día. En febrero habían sido 114, o cerca de cuatro diarios. El 6 de abril no se registró ningún asesinato y el presidente salvadoreño, Nayib Bukele, lo celebró en un mensaje de Twitter: “Estamos en una pandemia y nuestra prioridad es luchar contra ella, pero hoy se salvaron muchas vidas que se llevaba la inseguridad”.

En México, el presidente Andrés Manuel López Obrador negó en un principio la magnitud de la pandemia y retrasó la toma de medidas para combatirla. Por esa razón no se vio reflejada una disminución de la violencia en el que es el país más violento del continente. En marzo, se produjeron 2.585 homicidios, una de las cifras mensuales más altas de los últimos años. Pero desde los primeros días de abril, cuando se impuso la cuarentena, la crónica roja de los medios de comunicación mexicanos perdió espacio. Maribel Cervantes Guerrero, secretaria de Seguridad del Estado de México, dijo al New York Times que, desde que el gobierno lanzó su campaña “Quédate en casa”, las autoridades comprobaron una reducción en la mayoría de los delitos, incluyendo los homicidios, los cuales cayeron a 42 la primera semana de abril, de 74 la semana anterior. “Eso se debe simplemente a que hay muchas menos personas en las calles de esta zona altamente poblada”, dijo.

En Brasil se da una interesante paradoja: los delincuentes son los que mejor cuidan a los más pobres de esta pandemia. En las favelas de San Pablo y Río los dos grandes carteles de la droga, el Primer Comando Capital (PCC) y el Comando Vermelho (CV), junto a los otros varios grupos que controlan esos barrios, son los que se encargan de hacer cumplir la cuarentena y evitar que entren contagiados a sus territorios. También armaron sus propios sistemas de atención médica contratando médicos, enfermeras y alquilando ambulancias para atender a los pobladores. En este contexto también actúan los comandos paramilitares que controlan barrios en los que se enfrentan a los narcotraficantes. Esto mantiene ocupados a los sicarios que tampoco salen de las favelas. Renato Sérgio de Lima, director del Foro Brasileño de Seguridad Pública, una organización que estudia tendencias de seguridad ciudadana, informó que “los asaltos y otras formas de delitos rutinarios disminuyeron en casi todos los estados del país”. Aunque aclaró que sí hubo un aumento leve en los asaltos a camiones blindados que transportan caudales. “Esto podría significar que los narcos están centrando sus esfuerzos en robos grandes, para compensar lo que están perdiendo por los efectos del aislamiento social”, explicó De Lima.

En Venezuela, con un mes de cuarentena nacional, también tuvo como consecuencia una disminución en los homicidios y otros crímenes violentos, pero “al mismo tiempo trajo un aumento en las ejecuciones extrajudiciales realizadas por las fuerzas de seguridad gubernamentales”, afirmó al New York Times, Roberto Briceño León, director del Observatorio Venezolano de Violencia. “Los delincuentes se replegaron, y la policía continuó sus operaciones de razones políticas”, dijo Briceño León.

Desde mediados de marzo, cuando se les pidió a los argentinos que se recluyeran en sus casas, los robos en las calles de Buenos Aires cayeron casi 90%, de un promedio de 225 por día a 30. “Hay menos circulación de personas y dinero en las calles. No tienen qué robar”, comentó Sabina Frederic, la ministra de Seguridad. “Los fuertes controles que está realizando la policía disuaden cualquier tipo de actividad ilícita”, agregó. Aunque aumentaron los llamados de secuestros virtuales que se hacen desde las cárceles, todo tipo de ciberdelitos, la violencia doméstica y los crímenes de género. En Brasil, los reportes de violencia doméstica se incrementaron un 9% durante las primeras semanas de confinamiento, en comparación con el mismo periodo del año pasado. El gobierno de la ciudad de Río de Janeiro y otras ciudades estudian la posibilidad de dar refugio a las víctimas de abuso doméstico en hoteles durante el tiempo que estén vigentes las medidas por el coronavirus. En Argentina, los grupos feministas instaron a las mujeres que estén siendo víctimas de violencia familiar a que pidan un “barbijo rojo” en las farmacias. Ese es el mensaje en código para llamar la atención del problema y que intervenga la policía.

En este nuevo contexto, los delincuentes necesitan reinventarse, buscar nuevas vías para obtener sus beneficios. En estos días aparecieron en todo el mundo el tráfico de barbijos, falsas vacunas, estafas en Internet, remedios milagrosos, fiestas clandestinas. “Con la crisis del coronavirus también está saliendo lo peor de la humanidad”, fue lo que dijo el jefe del Scotland Yard cuando informó del robo de tubos de oxígeno, imprescindibles para los infectados graves, en un hospital de Manchester. La agencia británica de lucha contra el crimen organizado, la NCA, advirtió que “los delincuentes toman como blanco a quienes intentan comprar suministros médicos por internet, envían correos electrónicos que ofrecen un falso apoyo médico y estafan a las personas más vulnerables o más aisladas en casa”. En Dinamarca, el gobierno informó que hay delincuentes haciéndose pasar por médicos que acuden a las casas diciendo que van a hacer la prueba del coronavirus y, una vez entran en los domicilios, los asaltan. Van vestidos con mascarillas protectoras y batas blancas. El principal objetivo son los ancianos. Esta modalidad ya se extendió por todo el mundo. Hasta la Organización Mundial de la Salud (OMS) tuvo que aclarar que no enviaba funcionarios a las casas para pedir dinero o realizar ningún tipo de inspección médica.

Como al resto de los humanos, la delincuencia organizada de todo el planeta fue sorprendida por la pandemia. Pero como se ya demostró en otras crisis, necesita apenas un tiempo para recuperarse y adaptarse a los nuevos tiempos. Va a ir encontrando la manera de colarse por las rendijas de los sistemas que ahora están descuidadas por problemas más urgentes.

fuente: infobae

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