El escritor tucumano Daniel Posse.

Letras de Fuego / Entrevista / Por Manuel Ernesto Rivas*. Frontal, directo, fiel a su pensamiento e ideas, el escritor tucumano Daniel Posse, radicado hace muchos años en Buenos Aires, despliega todo su arsenal de palabras y creatividad.

Manuel Ernesto Rivas (MER): —Si tuvieras que comenzar esta entrevista con un epígrafe propio ¿Cuál sería?
Daniel Posse (DP):“De nada sirve intentar ser parte del relato si en la historia te vuelves invisible, o apenas un simulacro”.
MER: —¿Qué sensaciones te deja este año que culmina?
DP: —Es un fin de año que me deja un sabor agridulce en la boca. Dulce, por un lado, porque recorrí Jujuy y Catamarca en sus Ferias del Libro con todo lo que eso implica: el contacto con el público, la cercanía con colegas y el conocer —y reconocer— a otros grandes talentos de esos lugares. El reconocimiento de la prensa local y el ir “en manada”, con amigos, como si fuéramos colegiales en un fin de curso.
Dulce, también, porque se inició el año con la presentación en Tucumán de mi primer libro de poemas, Las Ciénagas. Comencé en Aguilares, mi ciudad natal, donde asistieron unas 170 personas; luego, al día siguiente, en Concepción, con 120 personas, y en Monteros, con casi cien. Unos meses después vino la presentación en la Legislatura con más de 120 personas, a sala llena, y en poco más de 24 horas, volver a presentarlo en el auditorio de ATEP, donde también se llenó con más de 60 personas. Sumo a esto la distinción de Visitante Ilustre del Municipio de Las Talitas y la participación en el XXXIII Encuentro Nacional de Escritores “Manuel Aldonate”, con la asistencia y participación de un público juvenil que me abrazó.
Ahora, la parte un poco agria, que gracias al universo fue decreciendo en mí porque entendí que no me debe importar; al fin y al cabo, nada debo: soy lo que yo hice posible ser. Me refiero a los celos, a la envidia y a los intentos de ninguneo; a los intentos de querer armar ránkings ficcionales donde se habla de los escritores “más leídos”, de los de “mayor calidad” o los “más buscados”, cuando la verdad es que solo conozco a dos o tres que pudieron convocar mucho público. Esos intentos no afectaron mi ego, pero sí mi credibilidad en muchos otros, porque los admiro como escritores, pero sus actos muestran sus debilidades e inconsistencias como personas. Por eso es que prefiero muchas veces hacer silencio, porque los actos de vanidad extrema no merecen mis palabras.
El show es necesario para vender, para llegar al mercado, pero las contradicciones de querer vender y, al mismo tiempo, sentirse parte de un eco gregario donde ni siquiera entre ellos se leen, es patético. Ni qué hablar de la clase política tucumana que, salvo algunas excepciones, son como seres caníbales que practican la autofagia como una costumbre cotidiana. Entendí que esas prácticas son sociales y que los escritores —y todos los actores sociales— las practican salvo excepciones; quizá por eso se ha naturalizado la crueldad. Ese sabor agridulce también tiene que ver con la insatisfacción de no haber podido ir a más lugares o no concretar proyectos por falta de tiempo o salud; por ejemplo, en la Feria del Libro de Santiago del Estero no estuve físicamente, pero mi libro sí, y lo presentaron mis amigos. Agrio porque si bien disfruté de la dulzura de las Ferias de Jujuy y Catamarca, con toda su organización, que Tucumán no pueda tener una Feria del Libro bien organizada y con recursos, me agrió el sabor a la distancia.
MER: —¿Cuáles fueron las experiencias de los diversos encuentros literarios?
DP: —Bueno, continúo con la imagen del sabor agridulce. Pero este sabor se vuelve melancólico, pastoso, profundo. Un sabor que nos destiló y supuró, pero que también nos abrazó y nos llenó de alegría. Fueron experiencias de expansión, de consolidación, de escuchar, aprender y degustar; y en ese acto de probar y saborear, estuvieron el halago, la fraternidad y también el egocentrismo. Aprendí a maximizar la práctica de la tolerancia.
Aprendí a poner límites a algunos ególatras, pero también a incluir y ser incluido en los actos de los generosos, de los humildes y de los talentosos de verdad. Aprendí a hacerme cargo que soy un hombre progresista y de izquierda y que estoy orgulloso de eso, y que los fanatismos, la descalificación y los actos de censura, me envalentonan y les hago frente.
El escritor tucumano Daniel Posse.
De todas esas experiencias aprendí que la distancia y la cercanía son siempre necesarias para entender los procesos de aprendizaje. En esos encuentros comprendí que no perdí mi capacidad de asombro ante el talento, la obra y la palabra, pero tampoco ante la malicia y los celos. Aprendí a percibir con los cinco sentidos desde un lugar que a veces era una trinchera angosta, donde la supuesta fraternidad era un campo de batalla áspero y sinuoso.
Sin embargo, también poseía la coraza de ser quien soy y reconocí el baluarte de los que me quieren y acompañan de verdad. Aprendí a separar la paja del trigo. Aprendí a valorar el descubrimiento de escritores y artistas muy superiores a mí que, a veces, el sistema vuelve invisibles.
MER: —¿Te sorprendió el resultado de “Las Ciénagas”?
DP: —La verdad que sí, y aún sigo sorprendido. Primero, porque siempre tuve la impresión de que como poeta era malo; el tardar más de 30 años en publicar mi primer poemario demuestra mi certeza de no ser un buen escritor de lírica. Autorreferirme como poeta es algo que no puedo hacer; me parece un acto de vanidad. Pero es verdad que el libro casi se agotó, quedan muy pocos ejemplares. Eso demuestra que sí existe un mercado oculto para la poesía; de lo contrario, no existirían tantas pequeñas editoriales que editan tiradas cortas que se venden. (Marco mi rol de buen vendedor y quizás un mal escritor) Eso demuestra que por lo menos estuve a la altura de un mercado.
Las Ciénagas me sorprendió por cómo fue acompañado por la gente en presentaciones masivas, lo que se tradujo en ventas. Es verdad que mucha gente me compró el libro por mí y por las redes del afecto y la amistad que poseo, pero eso hizo que mucha gente que no lee poesía lo hiciera ahora. Eso es maravilloso. Me sorprendieron las devoluciones de la gente común, del público, que al fin y al cabo es el que te compra, que te consume; el que espero y me da de comer.
Sí tuve miedo a la crítica académica. Recuerdo que el primer académico que me hizo una crítica fue Sergio Lizárraga; luego vino la devolución de Liliana Massara, cuyo comentario me acompañó en una presentación. Después, la publicación de parte de esa crítica en La Papa Online me sorprendió aún más, como lo hicieron las devoluciones de Cristina Bulacio, Carmen Perilli, Blanca Nuri y Oscar Medina, personas a las que admiro académica y literariamente. Pero debo reconocer que la crítica primigenia de amigos como Manuel Rivas, Mario Peloche Hernández, Viviana Rodríguez, María Esther López, Agustín Vaccaneo, Ricardo Rivas, Mirta Cuarterón, José Mariano, Ana Pedraza y Rafael Medina, Sebasthian de León, Mabel de los Ángeles Oropel, fueron las que me impulsaron a publicarlo; sus críticas eran muy elogiosas pero yo entendía, quizás erróneamente, que lo hacían desde el afecto.
Pero terminé de entender al final, que sus críticas eran de verdad legítimas y bastante objetivas. Obviamente también, recibir dos premios internacionales en el 2022 de poesía fue un impulso. Y quiero destacar el apoyo y la gestión incondicional de Unidos por el Arte que de la mano y gestión de Rubén Díaz Camacho hicieron posible el éxito de Las Ciénagas, que junto a ATEP, a Hugo Brito, a Fernando Olivera, a la fundación SUMA de Monteros, a la Municipalidad de Concepción; a su Intendente Alejandro Molinuevo, que junto a la Sociedad Italiana de esa ciudad y a la Presidente de la Comisión de la Biblioteca Popular Nicolás Avellaneda Estela López y a la comisión de cultura de la Legislatura, que de la mano de su presidente, el Legislador Roberto Moreno, hicieron posible todos los recorridos de Las Ciénagas. Debo agradecer también a Andrea Lizárraga, a Flavio Pelle, a Enzo Pujol, A Mariela Belloto, y a periodistas como Javier Fernández, Henry Aybar, Teresita Mazzarella, Gustavo Toledo, Carlos Saya, Isaías Ruiz, Exequiel Veliz, Walter Sosa, entre tantos.
MER: —¿Por qué crees que la gente colma los lugares en los que te presentas?
DP: —Creo que sucede por una conjunción de factores. Es difícil responderte, pero lo intentaré a sabiendas de que quizás me equivoque. En primer lugar, mi red de afectos: amigos y excompañeros de escuela, colegio y universidad con los que siempre intenté estar conectado, ayudado por las redes sociales. Segundo, mi trabajo como comunicador, con el que busco constantemente estar presente en los medios; el trabajo de difusión, marketing e inclusión de mis conocidos, porque yo sí creo que es posible tener un millón de amigos. Los lazos construidos y conservados durante décadas y casi toda una vida fueron y son firmes.
También influye mi rol de “vendedor” de mi obra: me la pongo al hombro y me esfuerzo para que llegue a todos lados. Es un esfuerzo constante informar que mi nombre es una marca propia. Mi faceta como periodista, donde la honestidad, la ecuanimidad y la crítica me forjaron un lugar, también suma. Y mi trabajo como docente, donde la práctica me llevó a poseer un número interesante de seguidores. Soy un buen mercader y también fariseo. Mi fama que me precede de ser buena gente, bueno eso de verdad si lo creo.
Creo que todo eso hace posible que la gente vaya a verme. En esas presentaciones se forja una comunión de acciones, de encuentros y de fraternidad. También por ejemplo, dos semanas antes de ir a un lugar, contacto a los medios locales, logro entrevistas y difundo por redes, eso ayuda a que la gente esté informada sobre mi carrera y lucho de esa forma contra la fragmentación constante de los medios. Logro que, incluso gente que puede estar en las antípodas de mi pensamiento, vaya a escucharme, porque creo encuentran en esos actos un espacio de escucha y de respeto, un espacio de palabras, que se invocan con su peso, con su elasticidad, allí hay un momento de verdadera sacralidad. Yo no me peleo con el mercado ni con el rol del Estado; entiendo que ambos se conjugan y son imprescindibles, aunque a veces dejen mucho que desear. Entiendo que ese todo que se conjuga hace posible una convocatoria popular.
MER: —¿Qué opinas de los egos sobredimensionados?
DP: —María Sondereguer, una exprofesora de taller de escritura en la universidad, definió una vez que la soberbia es “el orgullo de los débiles”. Nicolás Casullo, otro gran profesor, me dijo que “la ceguera del ego es tan peligrosa como la autofagia”. Yo le agregaría que la ceguera y la sordera del ego son como una peste invisible pero atroz, que se vuelve la propia condena de muerte del artista.
Los egos sobredimensionados supuran una distancia con la realidad que vuelve patéticos a quienes los portan. A mí, en lo particular, me generan mucha risa, sobre todo cuando enumeran la cantidad de libros publicados, las notas en medios o la invención de supuestas encuestas donde son arte y parte y se ponen primeros (encuestas que solo responden a actos fallidos porque las contesta un grupo minúsculo). O cuando necesitan hacer un show con luces y lentejuelas, o presentarse intoxicados a las presentaciones para sentirse únicos. Un ego sobredimensionado es síntoma de un enorme complejo de inferioridad. Pero reconozco que observarlos me sirve para entender que jamás debo permitirme caer en eso; un ego inflado puede explotar hacia adentro, en una implosión que deja a la vista la miseria y las carencias como restos malolientes.
El escritor tucumano Daniel Posse con “De sueño y azar” y “Las ciénagas”.
Creo que también el ego los hace creer, que ser parte de una minoría y escribir desde allí, y que creer que la transgresión constante, por la transgresión en sí misma, los ha vuelto indispensables y mejores, termina siendo un eco vacío que aturde. Esa creencia que es mostrar que la supuesta visibilidad que buscan e invocan, es el único territorio, es anular el sentido de resistencia y resiliencia esencial, que para mí, el arte y la literatura buscan en sí. Todo esto también genera ceguera y sordera. Es como ser parte de lo diverso, pero nutrir solo lo homogéneo.
MER: —¿Qué falta en la gestión cultural para aquellos que eligen la escritura?
DP: —¡Uy, qué pregunta! Aquí me voy a meter en un embrollo, porque no hay peor sordo que el que no quiere oír. Primero, el papel del Estado: hace, pero lo que hace no alcanza. Cuando organiza eventos como encuentros o Ferias del Libro —salvo la de Buenos Aires y las de Santiago del Estero, Catamarca y Jujuy etc., que si están organizadas—, muchos eventos a veces son improvisados y poco planificados. Siempre asisten los mismos escritores que tienen lazos de amistad con el funcionario de turno. Se hacen en lugares cerrados y sombríos, por lo que son un fracaso en asistencia. Se hacen mal, esa es la verdad.
A pesar de tener recursos para difusión, la improvisación hace ineficiente la estructura. Falta articulación con el área de Educación, que es la formadora de futuros consumidores culturales. El Estado tiene recursos humanos valiosos pero mal aprovechados, como tiene también una estructura de difusión que no se usa de verdad. Ni hablemos de los encuentros en el interior, donde a veces ni agua les sirven a los escritores que van de buena gana. No existe una verdadera planificación de una política cultural que sea política de Estado sostenida en el tiempo.
También falta control sobre supuestos “gestores independientes” que son parasitarios del Estado, a los cuales jamás se les pide rendición de cuentas sobre los subsidios. Les interesa más apropiarse de los recursos que producir cultura. Por otro lado, están los gestores buenos a quienes la burocracia hace correr por pasillos para darles los recursos tarde porque se usaron para otra cosa, a pesar de haber asignadas las partidas a los primeros. Aquí se ven las prioridades del Estado, en realidad son prioridades partidarias, ese es el problema. El Estado falla en controlar. También fallan las asociaciones de escritores que deberían generar espacios de mentoría. Sería interesante que el Estado, como árbitro, genere un andamiaje para una verdadera industria cultural inclusiva, pensada hacia adentro y hacia afuera. O los centros académicos que con sus festivales, discriminan a los escritores locales y regionales, desde lugares inverosímiles, como por ejemplo la calidad de las instalaciones donde se realizan. Se quejan del centralismo porteño o rioplatense, pero les dan la centralidad cada vez que pueden. Perdón, pregunto ¿va público común a esos eventos o festivales?
También están en este grupo esas editoriales, o supuestos negocios culturales, que usan el aparato del estado y su estructura para perdurar desde un lugar minúsculo y poco eficiente, donde crean sello tras sello, uno tras otro, y creen que forman parte de una elite que a la gente no le interesa. Son como el mito de Narciso, y en cualquier momento se mueren ahogados. Y falta el armado de una red de venta y distribución que abarque toda la región, y eso es parte de una política de estado, fomentando la creación de librerías-café-bar. Eso lugares donde se construyan espacios de convergencia, de venta y difusión. Les falta entender que la cultura y la que implica a los libros, son un buen negocio y bien hecho, puede ser muy rentable.
MER: —¿Cuál es la feria o encuentro literario que más te impactó y por qué?
DP: —Te haré un ránking, que no sé si es válido, porque soy el único que lo hace. En primer lugar, el Encuentro Nacional de Escritores de Las Talitas (que sé que el próximo año será internacional). Fue impactante porque pude ser parte del “Bosque de la Poesía” y reencontrarme con grandes figuras de la literatura del NOA y del país. Además, tuve la plusvalía de ser declarado Visitante Ilustre. Fue memorable por el enorme esfuerzo organizativo del municipio. Para mí fue la confirmación que es muy difícil ser profeta en tu tierra.
El segundo fue el Encuentro Nacional de Escritores “Manuel Aldonate”, por el privilegio de la invitación, la repercusión y el público joven. Y en tercer lugar, las Ferias del Libro de Jujuy y Catamarca, donde me sentí como en casa y generé lazos afectivos importantes.
MER: —¿Cómo pueden lograr más visibilidad los escritores de la región?
DP: —Creo que tejiendo redes y buscando más prensa. Atreverse a mostrarse y a vender su producción, Aprender a ser mejores y escribir con calidad. Reclamar mayores espacios y exigir políticas culturales que los incluyan. Y sobre todo: leer. No encerrarse; atreverse a decir, a escuchar y a acompañar su obra transformándose en estandartes de su propia difusión. Aprender a usar las redes sociales. Ser autocríticos de verdad y aceptar las críticas reales. Yo logré vender más de 100 ejemplares con Tik Tok, por ejemplo. Y si no se atreven, busquen un agente literario o uno de prensa, y páguenle por ese trabajo. Y trabajar más duro, para que la calidad de sus productos sea de lo mejor. También ser parte de redes, por ejemplo Las Ciénagas, pudo hacerse un camino gracias a esas redes, donde escritores como Nancy Olivera, Francisco Romano Pérez, y la gente de GRADA. Gladys Tapia, Susana y Rodolfo Quiroga, Franco Olleta, Mercedes Simón, Susana Aguiar, María Eugenia Jaldin, María Eugenia Montero; hicieron posible mi llegada a Jujuy. Hilda García, Pablo Félix Giménez, Martha Díaz, la SADE filial Catamarca, Celia Beatriz Sarquiz, que hicieron posible mi llegada a la tierra de mi abuela Asunción Varela. También a Cielo Alcaide, Magui Montero Riccardo, Santiago Taboada, Melcy Ocampo, que me hicieron llegar la Feria de Santiago del Estero, por lo menos desde el cuerpo de mi libro. A los amigos y socios de la SADE Tucumán, que me acompañaron, como lo hicieron los medios de comunicación en todos lados.
MER: —¿Qué cosas te conmueven?
DP: —Me conmueve hasta el alma el arte en general: la música, la pintura, una buena película o un buen poema. También los actos de generosidad, la humildad y la valentía. El amor, el desamor y el desarraigo. El cerro al oeste. La palabra justa y el eco de la misma cuando se expande. Ante la injusticia, la reacción de los actos de justicia. La fe de los otros, porque la mía a veces titubea. La lealtad y la amistad con sus recovecos austeros que abrazan.
Recordar los gestos de mis abuelas, de algunas tías y madres postizas que, ante mi orfandad, estuvieron ahí con urgencia y premura. La resistencia y la resiliencia. En fin, soy muy llorón; me conmuevo hasta que el alma se estruja. El aroma a jazmín. El beso de mi ser amado. Me conmueven los milagros cotidianos e inadvertidos, y el abrazo de un Dios que, a pesar de mis dudas, siempre está.
MER: —Si tuvieras que pedir un deseo, ¿Cuál sería?
DP: —Poder ser papá muy pronto. Y, vinculado a esto, no pecar como lo hicieron mis progenitores y ser un buen padre. Los demás deseos, que son muchos, ante este resultan diminutos.
MER: —¿En qué proyectos trabajas actualmente?
DP: —Trabajo en proyectos inconclusos: la reedición de Las Ciénagas en varios idiomas y la edición de mi libro Textos Enajenados, que saldrá también en versión políglota. Trabajo en mi novela Debajo del Diván y en la reedición de mi primer libro, De Sueños y Azar. Además, preparo el relanzamiento de mi canal de YouTube (DEP Comunicación) y el lanzamiento de DEP Semanario Digital. Ah, y la posible edición en castellano de mi nuevo poemario: El Juego de los Secretos.
MER: —¿Qué consejo les darías a quienes están comenzando en la escritura?
DP: —El primero sería que no permitan que nadie les diga que no pueden. El segundo, que lean mucho. El tercero, que escriban y no teman corregir ni tachar. Que trabajen y estudien mucho, y que no esperen que la gloria sea mucho más que un: —”Te leí y me gustó”—.

 

*Fundador y director de Diario Cuarto Poder y Letras de Fuego Ediciones. Profesor en Letras e Historia. Periodista, gestor cultural y escritor.

 

Datos biográficos del entrevistado

Daniel E. Posse nació en Aguilares, Provincia de Tucumán, en el Noroeste de Argentina, el 1 de septiembre de 1967.

El escritor tucumano Daniel Posse.

Es Licenciado en Comunicación Social, egresado de la Universidad de Quilmes. Ejerció el periodismo y la docencia.

Recibió diferentes premios en su carrera literaria en Cuba, Estados Unidos, Buenos Aires y otras ciudades de Argentina.

Publicó un libro de Relatos llamado “De Sueños y Azar” que lleva más de 30.000 ejemplares vendidos y el poemario “Las ciénagas”, que está a punto de agotarse.

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