“La literatura, cuando es honesta, nos ofrece menos certezas y más luz”

Letras de Fuego / Entrevista / Por Manuel Ernesto Rivas*. Compartimos la entrevista realizada al escritor tucumano Julio Molina, quien este año transitó los caminos literarios con su primer y exitoso libro “Palabras y tiempo”.

Manuel Ernesto Rivas (MER): —¿Qué balance haces de este año literario que ya se va terminando?
Julio Enrique Molina (JEM): —Ha sido un año de revelación y contraste. Mis palabras dejaron el cuaderno y caminaron el mundo: algunas volvieron más hondas, otras regresaron convertidas en pregunta. Aprendí que la literatura no es un logro que se acumula, sino un pulso que se sostiene: diálogo entre el tiempo —que todo lo erosiona— y la palabra, que insiste en alumbrar sin perturbar el silencio.
El balance es claro y a la vez abierto: crecí menos en estridencia y más en afinación. No gané dominio sobre lo que escribo, gané responsabilidad hacia lo que late en lo escrito. Y si algo me deja este año que se va, es la certeza más humilde y más alta que puedo pronunciar: seguiré escribiendo, no para vencer al tiempo, sino para que el tiempo tenga un lugar donde no se nos olvide el corazón.
MER: —¿Cómo definirías a tu libro “Palabras y tiempo”?
JEM: —“Palabras y Tiempo” es mi primera publicación, pero, sobre todo, es un umbral personal: una isla donde por primera vez la palabra dejó de ser refugio y aceptó ser intemperie.
He escrito desde muy joven, casi desde que tuve memoria, antes incluso de saber que la literatura podía ser un lugar en el mundo. Pero publicar este libro transformó mi percepción de ella. Como lector, me enseñó a leer con más pausa que prisa, a escuchar el silencio entre las frases como quien escucha el eco del agua en un vaso. Como escritor, me obligó a afinar la escritura, no a alzarla. Porque uno no se supera elevándose hacia la palabra: se supera depurándola.
La publicación me hizo comprender algo esencial: el lenguaje poético no comunica tanto como revela. No “transmite” emociones; les presta cuerpo. Y cuando ese cuerpo verbal se comparte, se vuelve territorio común, aun si proviene de una herida o una pregunta íntima.
Creo que dar a conocer los propios pensamientos y emociones no es un acto de exhibición, sino de búsqueda. Una búsqueda espiritual que no aspira a alturas solemnes, sino a una claridad más profunda: la de descubrir si lo que escribimos puede respirar también fuera de nosotros.
Porque la verdadera transformación no ocurre cuando las palabras logran imponerse al tiempo, sino cuando aprenden a convivir con él: sabiendo que el tiempo tiende a borrar, y aun así escribiendo. Es en esa tensión donde siento que el espíritu no se eleva, pero se ensancha.
Y si el libro marcó un antes y un después en mi vida, no fue por el hecho de publicarlo, sino por el descubrimiento que trajo: que la literatura, cuando es honesta, nos ofrece menos certezas y más luz. Una luz que no encandila, que no grita, pero acompaña. Como una mano tibia sobre el pulso implacable del tiempo.
MER: —¿Qué reacciones notaste o te hicieron llegar los lectores?
JEM: —Las reacciones de los lectores, más que mensajes, fueron señales: pequeñas constelaciones de sentido apareciendo en mitad del tiempo que, supuestamente, todo lo disuelve.
Algunos me dijeron que el libro los detuvo. Que no lo leían solamente: lo atravesaban. Hubo quienes sintieron que una frase parecía escrita desde un lugar que ellos mismos habían callado años. Otros hablaron de un reconocimiento íntimo, casi físico, como si la palabra pudiera tocar ahí donde normalmente sólo toca el silencio.
Lo que más noté —y agradezco— fue que nadie me devolvió una conclusión, sino una resonancia. No me dijeron qué pensaban, sino qué latía mientras pensaban.
Si una reacción tuve en común entre todas, fue el asombro de volver a sentir que la literatura no es un punto de llegada, sino una forma de quedarse un poco más en la pregunta, con el corazón despierto y la expectativa intacta.
MER: —¿En qué incidió la presencia en las ferias y encuentros literarios?
JEM: —La presencia en las ferias y encuentros literarios me dio algo que la página impresa no puede por sí sola: un rostro para el diálogo.
Allí comprendí que un libro no termina en quien lo escribe, sino en quien lo encuentra. En cada conversación breve, en cada silencio compartido frente a una mesa o un pasillo, las palabras —que ya eran mías— empezaron a ser también de otros.
No fue un espacio para “mostrar” la obra, sino para escucharla crecer fuera de mí, y medir cómo la tocaba el tiempo real, el pulso vivo del lector, la emoción dicha al pasar.
Si el libro cambió mi percepción de la literatura, las ferias la confirmaron: la literatura no sube cuando se exhibe, sube cuando se comparte con humildad, como quien ofrece una llama sin esperar que arda igual en todas las manos.
MER: —¿Sentís que tomaste la decisión correcta al animarte a mostrar tus producciones?
JEM: —Sí, siento que fue la decisión correcta, pero no porque me diera certezas, sino porque me quitó el peso de guardarlo todo para mí.
Mostrar lo que escribo fue un acto de confianza en la palabra: ejercerla como puente, no como pedestal. Lo correcto no fue “atreverme” al mundo, sino dejar que el mundo entrara en mi escritura y la pusiera a prueba sin destruirla.
Si la decisión fue justa, lo fue por su honestidad: porque me permitió reconocer que la literatura no se defiende escondiéndose, ni se engrandece proclamándose, sino compartiéndose —con coraje sobrio y corazón despierto— como quien entrega un punto de luz sin pedir que deslumbre.
Y desde entonces, más que dueño de mis palabras, me siento custodio de su pregunta, esa que ahora puedo sostener de pie, sin buscar definición, pero sin temer mostrarla.
MER: —¿A quién o quiénes agradecerías por este presente?
JEM: —Agradecería —ante todo— a mi familia, que sostiene el latido primero y silencioso de cada logro. A mí editor, al Maestro Julio Lazarte, y a mis lectores, que recibieron mis palabras como quien recoge una brasa sin quemarse. A mis amigos escritores y a todas las personas que me acompañaron en las ferias, encuentros y conversaciones literarias: quienes creyeron en mi voz incluso cuando yo todavía estaba aprendiendo a escucharla.
Este presente no es solo mío: es una constelación compartida. Y a cada luz en esa bóveda mínima, le digo gracias.
MER: —¿Cómo usas las herramientas tecnológicas en tu actividad literaria?
JEM: —Uso la tecnología como un taller silencioso. Escribo, borro, corrijo en el pulso inmediato de la pantalla, pero también digitalizo lo que nace en mi cabeza para no perder su temblor primero: les doy una estructura donde el caos no se asfixie, sólo se acomode. Hago que la IA lea mis escritos y así obtengo una lectura de mis textos con otra voz.
La computadora no reemplaza la inspiración, la hospeda. Me ayuda a revisar ritmo, a filtrar ideas, a corregir sin piedad, pero sin crueldad. Y en las ferias, el teléfono es testigo y puente: muestro poemas, converso con lectores, recibo devoluciones, escribo ahí mismo alguna semilla nueva.
La tecnología no escribe por mí, pero afina el oído con el que después escribo. Es mi herramienta de precisión, mi archivo de memoria, mi manera de sostener lo que digo sin que el tiempo lo desordene.
MER: —¿Qué poema publicado te sigue conmoviendo?
JEM: —Todos los poemas y prosas que publiqué en este libro continúan conmoviéndome de formas distintas. Cada vez que los releo parecen cambiar de piel: adquieren nueva textura, nueva temperatura emocional, como si el tiempo les añadiera capas de sentido que yo mismo desconocía al escribirlos.
Pero, sin duda, el poema “Ya no sé”, que me acompaña desde mis 19 años, es el que siento con mayor hondura. No porque sea el más perfecto, sino porque es uno de los primeros: un espejo temprano donde todavía hoy me reconozco. Cada lectura me devuelve una versión nueva de mí y, aun así —misteriosamente— la misma. Y aún hoy sigue siendo fuente de inspiración.
MER: —¿Cómo ves la actividad literaria en la provincia y la región?
JEM: —La actividad literaria en la provincia y la región la veo viva, en movimiento, creciendo desde sus propios ritmos.
Hay una voz local que ya no teme ocupar espacio: autores, editoriales, gestores culturales y lectores están tejiendo un territorio literario más amplio, menos aislado, más compartido.
Los encuentros, ferias y festivales se volvieron lugares de intercambio real, donde la literatura deja de ser un hecho íntimo para convertirse en presencia colectiva, diálogo que impulsa nuevas miradas y sostiene comunidades.
Y algo muy valioso: la escena ya no gira sólo alrededor de “mostrar”, sino de escuchar y responder, generar redes creativas que fortalecen el oficio y multiplican oportunidades para quienes escriben.
La provincia no está lejos del centro: está creando su propio centro. Ese es su mayor logro y su mejor promesa.
MER: —¿Cuáles son tus proyectos para 2026?
JEM: —Para 2026 estoy trabajando en tres direcciones claras:
1. Dos Nuevos libros: un poemario que trata los temas que a mí me conmueven y una serie de prosas filosóficas en lenguaje poético. En ambas obras dialogo aún más con la memoria y el paso del tiempo, pero desde un lenguaje más depurado y arriesgado.
2. Ferias y encuentros: Planeo fortalecer mi presencia en ferias regionales y encuentros literarios, no solo para presentar textos, sino para generar conversaciones y talleres que siembren cruces creativos con lectores y otros autores.
3. Archivo digital: Estoy organizando además un archivo digital de mi obra —poesía y prosa poética— para darles una mayor difusión en medios no tradicionales y, a la vez, tratar de llegar a lectores de otras generaciones. Si 2025 fue el año del impulso, 2026 será el año de la construcción.

Datos biográficos del autor

Julio Enrique Molina nació en Tucumán en 1964. Es profesor de Literatura, Castellano e Historia, formado en el Instituto del Profesorado San Miguel, y graduado en Letras por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT).

El escritor Julio Molina.

“Palabras y Tiempo”, editorial Letras de Fuego, Las Talitas – Tucumán – diciembre 2024 es su primera publicación en el ámbito de la literatura.

Actualmente es desarrollador de algoritmos y consultor en tecnología e inteligencia artificial.

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