Se lo anunció al presidente palestino y a las autoridades israelíes. La noticia generó preocupación mundial.

En una polémica decisión, que encendió las alarmas en Oriente Medio, el presidente estadounidense Donald Trump rompió una tradición de décadas y decidió trasladar la embajada de Estados Unidos a Jerusalén, lo que implica un reconocimiento de esa disputada ciudad como la capital de Israel.

El estatus de Jerusalén es un tema clave en el conflicto palestino-israelí y ambas partes reivindican la ciudad como su capital. Por años los presidentes estadounidenses decidieron dejar la sede diplomática en Tel Aviv, como la mayoría de las naciones del planeta, y no trasladarla a Jerusalén, que fue declarada por Israel como su “capital indivisible y eterna”.

Los palestinos y gran parte del mundo árabe y musulmán no aceptan que sea capital israelí porque, además del tema territorial en disputa (la reivindicación de la parte Este de la ciudad), también en Jerusalén se encuentra el tercer lugar más sagrado del islam, la Mezquita de Al Aqsa.

Según informó The New York Times, la decisión sería anunciada formalmente este miércoles, el día en que vence la renovación de una disposición de traslado que firmó el Congreso en 1995, pero que por “seguridad nacional” todos los presidentes han postergado desde entonces. La Casa Blanca argumenta que el movimiento, aunque deseado, es ahora imposible por cuestiones logísticas, por lo que podría aplazarse otros seis meses, pero tarde o temprano se concretará.

Trump mantuvo febriles conversaciones este martes con el líder palestino Mahmoud Abbas, el rey jordano Abadallah II y el presidente egipcio Abdelfatah Al Sisi. Les avisó que cumpliría su promesa de campaña de trasladar la embajada a Jerusalén, aunque no fijó una fecha.

Abbas advirtió a Trump sobre las “peligrosas consecuencias de tal decisión sobre el proceso de paz, la seguridad y la estabilidad en la región y en el mundo”. Y reafirmó su “posición firme sobre que no puede haber Estado palestino sin Jerusalén Este como capital, conforme a las resoluciones y a la ley internacionales y a la iniciativa de paz árabe”.

Las reacciones cayeron en cadena. El secretario general de la Liga Árabe, Ahmed Abul Gheit, expresó que los miembros de ese grupo han decidido reunirse en El Cairo ante el “peligro de esta cuestión, si esto debiera ocurrir, y las posibles consecuencias negativas no sólo para la situación en Palestina sino también en la región árabe e islámica”.

La decisión podría desatar “la cólera de los musulmanes en todo el mundo”, advirtió el rey Salmán de Arabia Saudita, el principal aliado árabe de Estados Unidos. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, dijo a Trump que el estatuto de Jerusalén es una “línea roja para los musulmanes” y amenazó con cortar los lazos diplomáticos de Turquía con Israel.

Jeremy Pressman, director de Estudios de Oriente Medio de Connecticut University, dijo que “varios asesores de Trump, como Jared Kushner y el embajador de Estados Unidos en Israel, David Freidman, están a favor de los asentamientos y adoptan la visión derechista del primer ministro Benjamín Netanyahu en el tema Israel-Palestina. Este cambio de los Estados Unidos en Jerusalén encaja perfectamente en su cosmovisión”.

El experto agregó que la decisión “puede significar protestas violentas en el corto plazo. En términos más generales, exhibe una administración de los EE.UU. que no se toma seriamente una solución negociada. Las negociaciones requieren concesiones mutuas. Esta medida de Trump parece que será una acción unilateral de EE. UU. Para beneficiar solo a Israel”.

Dov Waxman, profesor de Estudios Israelíes y codirector del departamento de Oriente Medio de la Northeastern University, dijo que no puede ver “ninguna razón válida detrás de esta decisión, excepto el deseo personal de Trump de cumplir con una promesa de campaña, y complacer a sus seguidores cristianos evangélicos. En otras palabras, Trump, como de costumbre, está jugando a la política doméstica, ignorando el daño que esto podría causar a la política exterior de EE.UU.”.

Sobre las perspectivas que se abren en la región, Waxman señaló que “la cuestión de Jerusalén ha sido durante mucho tiempo el tema más polémico en el corazón del conflicto palestino-israelí. La decisión de Trump, por lo tanto, podría conducir a una mayor inestabilidad y violencia en los Territorios Ocupados (particularmente en Jerusalén Este y Cisjordania) y podría obligar al presidente Abbas a romper relaciones con EE.UU. y negarse a participar en las futuras conversaciones de paz. Trump ha planeado presentar algún tipo de plan de paz el próximo año. Las perspectivas, ya escasas, de que esta iniciativa tenga éxito, serán aún más escasas si el presidente lleva adelante esta decisión tan imprudente como inoportuna”.

Fuente: Clarín

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