El delantero, uno de los máximos ídolos de Atlas, volvió del retiro para cumplir su sueño y retirarse ante River. El cordobés emocionó a todos con sus lágrimas.

El 25 de febrero de 1980, en el barro Arenales, de Córdoba capital, nacía Wilson Severino, fruto del amor entre un brasileño y una salteña. Decir Wilson, en el ambiente del Ascenso, no permite confusión alguna. Para todo el mundo Wilson es Severino, el goleador histórico de Atlas, el ‘9’ de origen humilde que ayer decidió descolgar los botines para enfrentar a River (club del cual es hincha pese a tener de ídolo a Juan Román Riquelme) por los 32avos de final de la Copa Argentina y conmover a todos con sus lágrimas y el abrazo que se dio con Leonardo Ponzio en la mitad de la cancha del Padre Martearena de Salta.

La espina de no haberse probado en un grande de su provincia lo perseguirá por siempre, pero este delantero igualmente se las ingenio para triunfar y hacerse un nombre en el fútbol argentino; aunque casi de manera involuntaria.

La situación económica que vivía su familia era complicada y, prácticamente sin nada, decidió marcharse rumbo a Buenos Aires para cuidar a un tío y, con la ayuda de un primo, que era encargado del ferrocarril, tener un trabajo. Inició en la parte más baja de la pirámide, barriendo las vías y andenes y desarmando trenes.

Pero su pasión era la pelota, y comenzó a despuntar el vicio en los potreros de la ciudad. Justamente un uno de ellos, en el año 2004, sorprendió a Central Ballester, elenco que no dudó ni un minuto en ficharlo para disputar la Primera D.

De allí pasó a Atlas, donde se volvió un ícono de ese pequeño club de General Rodríguez. Ganó notoriedad por sus actuaciones y por ser una de las figuras que ofrecía el reality “Atlas, la otra pasión”. Aunque también defendió las camisetas de San Martín de Burzaco y Riestra, Severino sobresalió en en el Marrón, donde registra 109 goles en 258 partidos.

Pese a su destacada labor, nunca pudo pegar el salto a la B Nacional o B Metropolitana. El ferrocarril le daba una seguridad económica y financiera que el fútbol no, por eso hace más de un año decidió retirarse y focalizarse en su trabajo, donde fue promovido: es encargado del área de deportes de la Unión Ferroviaria.

En pareja con Gabriela, y padre de Joel, Macarena y “Gabrielita”, Severino volvió a sentir el bichito del fútbol y no dudó en llamar a Maxi Ambrosio, el presidente de Atlas, y a César Rodríguez, su entrenador y ex compañero de equipo, para poder estar unos minutos ante el Millonario.

Aunque su equipo quedó eliminado (cayó por 3 a 0, debido a los dos goles de Pity Martínez y a uno de Nacho Fernández), la noche fue mágica y soñada para él. Ingresó a falta de cinco minutos y no pudo contener la emoción. Entre lágrimas, tras un afectuoso saludo con su entrenador, abrazó a Leonardo Ponzio en el medio del campo: “Mucho tiempo fui referente de mi equipo, y por eso entiendo a los que cumplen esa función en otros equipos. Por eso fui a abrazarlo”, esbozó el cordobés.

Wilson Severino, que se encuentra escribiendo el libro de su vida junto a un amigo, tiene para añadir un nuevo capítulo a su novelesca vida. “Se va un guerrero del ascenso. Se lo dedico a todos los que la luchan todos los días, que trabajan para llevar el pan a su casa y luego buscan hacerse un lugar en el mundo del fútbol”, fue con la frase que se despidió rumbo al túnel, envuelto en aplausos.

Fuente: Infobae

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