Entre el entusiasmo del PJ y la retirada del “Plan CoreANO”

Por Manuel Ernesto Rivas. Muchas veces el estado de ánimo suele preanunciar resultados importantes. Nuestra historia está colmada de episodios que hacen a la gloria o al desastre. Si nos atenemos a las páginas gloriosas que tienen como escenario a la provincia, una de las favoritas es, sin dudas, la Batalla de Tucumán.

El diezmado Ejército del Norte, acompañado por el pueblo jujeño del éxodo, llega a la provincia en donde el entusiasmo y la valentía revierten todas las desventajas coronándose esa gesta con el triunfo sobre los realistas un 24 de Setiembre de 1812. Paradójicamente, esas mismas tropas que vencerían también en Salta, sucumbirían ante los españoles en las desastrozas batallas de Vilcapugio y Ayohuma en 1813.
Si hacemos algún paralelismo con la Historia, podríamos decir que dentro del justicialismo tucumano se vive un clima como el previo a la Batalla de Tucumán. Se presentó una lista oficial con la mayor sorpresa de este capítulo electoral: la inclusión de Osvaldo Jaldo. Y no se trata de un detalle menor, a pesar de que desde el canismo y sus operadores sostienen que fue un acto desesperado, en realidad fue una estrategia eficaz e implicó un retroceso del alperovichismo a manos del binomio gobernante. La inclusión de Jaldo es una apuesta de la actual gestión, que deja en tercer lugar al hombre de Alperovich, Pablo Yedlin. Ya en el Acuerdo para el Bicentenario no se acuerdan de la posible postulación de la hija del ex gobernador y actual senador nacional.
A este estado de situación hay que sumarle las siete listas de precandidatos justicialistas que completan el panorama de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO). Entre ellos se mezclan funcionarios, militantes y referentes que quieren representar a líneas nacionales del “kirchnerismo” y el “massismo”. Muchos de ellos estaban buscando los avales que les permitan sostener esas listas. Fue como si la decisión de participar hubiese sido muy precipitada, salvo en honrosas excepciones como en el caso del Movimiento de Unidad Popular (MUP), encabezado por Luis Romano. Bajo el nombre de Lista Amarilla se presentaron en la sede del PJ acompañados por sus militantes que ondeaban banderas y le pusieron ritmo, además de color, a ese acto de la democracia. Los avales estaban desde hace tiempo, el acompañamiento también, el trabajo territorial y todo lo que implica una presentación planificada a una contienda en la que se tienen fe, porque representan de alguna manera la renovación. Quizás esa imagen de algarabía haya sido la postal más saliente, luego de la presentación de Jaldo. Los justicialistas saben ahora que, luego de las PASO, habrá que encolumnarse y ser una maquinita aceitada, sin rencores y con lealtad a quienes resulten candidatos. La renovación tiene que comenzar en algún momento. Alperovich sólo será un espectador, desesperado por no caerse de la foto. Todo el peso estará sobre Manzur y Jaldo, quienes no esquivaron el desafío.

Vilcapugio y Ayohuma
Mientras que por el lado de Cambiemos, la postal parece similar a la de Vilcapugio y Ayohuma. Hay muchos heridos en ese campamento, en donde algunos referentes no se resignan, como en el caso de Domingo Amaya, Federico Masso y Sandra Manzone. El hecho de que el PRO haya metido dos candidatos, molestó sobremanera. ¿Dos candidatos? Por supuesto, recordemos que Cano fue bendecido por el propio Mauricio Macri. El otro referente del PRO es el legislador Alberto Colombres Garmendia, quien quedó cuarto cómodo y conforme. En tanto que el resto de la lista se completa con la justicialista Beatriz Ávila, quien no renunció a su afiliación en el PJ, y el otro es el intendente radical Roberto Sánchez. El ex piloto de rally tendrá que acelerar mucho su auto para poder eludir las críticas por su falta de vocación democrática en sus continuas peleas con el Concejo Deliberante y la falta de rendición de cuentas de los recursos que llegan, por un tubo, desde la Nación. También habrá que ver si se ajusta a Derecho cuando tenga que tomar licencia para la campaña electoral y dejar el Gobierno en manos del presidente del Concejo Deliberante, según lo establecido en las leyes que rigen la vida institucional.
Pero lo más perturbador de las tropas del Acuerdo para el Bicentenario es el ruido que hace en el radicalismo la inclusión del “bussismo” en el frente, con la llegada de Claudio Viña y Pablo Calvetti, éste último socio de Pablo Walter. Cano expresó su falta de vocación por dar explicaciones, lo que lo acerca más a los globos amarillos que al blanco y rojo fuerte del radicalismo, que tomó esa incorporación como una afrenta a sus mártires, en especial a Ángel Gerardo Pisarello. La fractura era inevitable. Los referentes que reclaman otro rol del radicalismo son los legisladores Ariel García, Fernando Valdéz y Raúl Albarracín.
Otra cuestión que parece imposible para Cano en este momento es la de erigirse como un abanderado de la transparencia. Al contrario, Cano se transformó en un candidato imputado en los Tribunales de Comodoro Py. Esa será una carga que le pesará hacia afuera y hacia adentro. No podrá rechazar las críticas pero tampoco podrá salvar el liderazgo permanente de su espacio, que lo tiene como protagonista desde 2009. El desguace del Plan Belgrano se encuentra cerca, tal como lo anticipara el diario La Nación recientemente. Esa es otra señal del fracaso de una estructura que nació con las expectativas de un presupuesto de 16 mil millones de dólares. Tan alto como la decepción de muchos norteños.
Cano viene en retirada, como aquel prócer que nos dio Bandera, pero muy alejado de la gran estatura de Belgrano. Dispuso de una gran oportunidad para demostrar que estaba a la altura de un cargo Ejecutivo y ahora se refugia, casi huyendo, en la posibilidad cierta de alcanzar un escaño en la Cámara Baja. Sus pares, especialmente los que no salieron a bancarlo con fuerza, ya se miden el traje para el 2019.

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