Por Manuel Ernesto Rivas. La columna de opinión titulada “Descanso eterno en el azul profundo del mar”, incluye el poema “Cuarenta y cuatro llamas”, en homenaje a los marinos que perdieron la vida en el submarino ARA San Juan.

Han dejado de buscarlos, han confirmado su segura muerte, han dejado sin esperanza a millones de argentinos y han dejado destrozadas a las familias de estos héroes del mar. La gestión encabezada por Mauricio Macri, no estuvo a la altura de las circunstancias.
En primer lugar, porque el submarino ARA San Juan no debió haber partido hacia el Atlántico Sur. Todo indica que no estaba en condiciones de llevar adelante misión alguna. Al punto que la comunicación en la que la tripulación daba cuenta de un problema con las baterías fue un vano intento de pedir asistencia, una ayuda que nuestro país no estaba en condiciones de darle a estos argentinos que arriesgaron y ofrendaron su vida.
En segundo lugar, el modo en que se manejó la información dio cuenta de la improlijidad e improvisación con la que se desempeñaron, no sólo las autoridades navales, sino también los funcionarios del macrismo.
En tercer lugar, se dejó al desnudo la cruda realidad de un país que no puede defender y preservar su soberanía, la riqueza con la que cuenta, y menos rescatar a un submarino construido en 1985. La ayuda internacional puso de manifiesto lo lejos que se encuentra Argentina en materia de tecnología.
La inversión y el presupuesto destinado al área muestra que no es una de las prioridades, lo que deja en un estado de gran indefesión al país, teniendo en cuenta los intereses internacionales, no sólo por la riqueza ictícola, sino también por la explotación del petróleo y una de las prioridades de este maltratado planeta: las reservas de agua pura en la Antártida, en donde tenemos bases permanentes, como la Marambio.
Atrás quedaron los ensayos acomodaticios y políticos, tratando de argumentar que el error había sido originado en la corrupción kirchnerista, que tuvo la responsabilidad de hacer los arreglos para garantizarle otras décadas de vida al submarino. Han pasado ya dos años de la finalización de ese mandato y Macri no puede utilizar permanentemente esa chicana para justificar los errores del presente. Habrá que generar autocrítica y pensar en una política a largo plazo, que no sea la de la entrega de nuestra soberanía a los intereses de las potencias.
En este momento de dolor colectivo, prefiero quedarme con las muestras de homenaje y reconocimiento que se multiplicaron a lo largo y ancho del país, y comparto mi humilde ofrenda a estos verdaderos héroes, en forma de poema:

“Cuarenta y cuatro llamas”

Ni el viento, ni el mar pueden apagar
cuarenta y cuatro llamas encendidas,
como vigías soberanas y eternas
que custodian nuestras costas.

Cómo no imaginar sus ojos fijos
de centinelas en el periscopio,
sus manos firmes en el manejo
de esa nave que es su morada.

Cómo no oír sus voces potentes
entonando esa canción que nos une,
ese himno que nos hace hermanos
en esta contradictoria tierra.

Cómo no suponer que sus sueños
iban más allá del azul profundo,
de ese mar que mece y golpea,
que juega con las vidas.

Cómo no acompañar sus rezos,
como ecos que se apagan
en la oscura profundidad,
pero se encienden en el cielo.

Cómo no luchar con la desidia,
con las malas decisiones,
con la indolencia de mandar
a la muerte a estos valientes.

Cómo no soñar con otro país,
al saber que fueron y serán nuestros,
que serán por siempre un ejemplo,
al pensar que emergen de nuevo,
y que abren la escotilla
más allá del infinito,
ante la mirada paternal del creador.

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